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Principio último de la ciencia según X. Zubiri
Guillerma Díaz Muñoz
Bibliografía oficial #1290
De La Filosofía ante la encrucijada de la Nueva Europa, ed. Ildefonso Murillo,
Diálogo Filosófico, Madrid, 1995, pp. 383-391Texto reproducido gracias a Dialogo Filosófico, Apartado 121, 28770 COLMENAR VIEJO, Madrid, (91) 846-2973
 
1. Conmoción de la vía «concipiente-lógica» de fundamentar la ciencia.
Nuestra época viene marcada por una crisis de principios o fundamentos en todos los ámbitos. En el seno de la propia ciencia y de la filosofía se acentúan el subjetivismo, el relativismo y el escepticismo. Zubiri se hace cargó de la problemática de su tiempo desde la convicción de que toda filosofía nace en una situación intelectual y desde una experiencia básica dentro de ella; no nace de sí misma como supone el idealismo absoluto. Por ello, en los años de su tesis doctoral, parte de la necesidad de fundamentar la ciencia frente al psicologismo, y de sostener su objetividad apoyándose en la Fenomenología. Posteriormente, los nuevos resultados de la ciencia y el historicismo conmocionan este intento de fundamentación. La situación en que quedará Zubiri es mucho más grave que en el caso anterior y por ello le veremos abordar la tarea de la fundamentación de las ciencias con mayor radicalidad.
El primer Zubiri, en su etapa objetivista, se opone dedicidamente al psicologismo por considerarlo un subjetivismo. Frente a éste afirma que lo dado no es lo sensible y que el entendimiento no tiene una espontaneidad para crear las relaciones entre las cualidades [384] sensibles, sino que, por el contrario, lo primero que nos es dado es la unidad misma de las sensaciones; y «lo dado» es tanto lo sensible como lo inteligible, con lo cual el objeto no es ninguna construcción del sujeto. Zubiri nos dirá que entre lo subjetivo y lo cosmológico está lo objetivo, y éste es el ámbito de la ciencia. El fundamento de la objetividad de las ciencias está en las esencias ideales; y en la descripción de éstas es en lo que consiste la Fenomenología. Por tanto, esta ciencia tiene prioridad respecto a cualquier tipo de ciencia explicativa. En esta primera1 etapa Zubiri sostiene que la idealidad funda la realidad, en su segunda etapa invertirá los términos.
Zubiri reproduce el esfuerzo que llevó a cabo Sócrates ante los sofistas, siguiendo la misma vía que éste inicia dentro de la tradición filosófica europea, y de la que tanto el positivismo lógico como Husserl son exponentes: la «logificación de la intelección». Los principios de la ciencia tienen que ser inmutables: universales y necesarios, lo que les excluye del mundo sensible que es cambiante: particular y contingente; son, por tanto, las esencias u objetos ideales y principios lógicos que se hallan en «un tercer mundo sui generis, el mundo de las ideas, que diría Platón».[1] La crítica producida por la historia de las ciencias conmueve esta dirección de fundamentación,[2] llevando a cabo el derribo de todo principio «a priori» o base inmutable. La obra de Kuhn [3] (1962): Estructura de las revoluciones científicas, es un hito y un auténtico desafío para el filósofo sistemático, y en nuestro caso para Zubiri.
Zubiri se une al sentir historicista en cuanto que asume la historia como una componente fundamental de la verdad y de la razón; abandona su postura objetivista-ideal y crítica cualquier intento de fundamentar lógicamente la ciencia, especialmente al positivismo [385] lógico.[4] Para Zubiri es errónea la concepción que éste tiene de la ciencia como sistema de proposiciones lógicamente determinadas; si así fuera sus principios serian pura lógica. Zubiri distingue entre estructura lógica y marcha intelectiva de la razón. y de los dos momentos, que se dan unidos, lo esencial de la ciencia es el segundo; ser marcha intelectiva en la realidad. Por otra parte, los principios lógicos. por ejemplo el de causalidad y el de razón suficiente, no resultan autoevidentes si tenemos en cuenta que nunca se han logrado formular unívocamente. La lógica no puede ser fundamento de la ciencia porque ella misma no goza de un carácter último, que repose sobre sí mismo. Zubiri afirma que los principios lógicos supremos (identidad, no-contradicción, y tercio excluso) no se fundan sólo en conceptos de nuestra mente sino en la realidad 'dada' y por eso si ésta fuera distinta también ellos serían de otra manera. La necesidad lógica no proviene de un hipotético carácter «a priori» sino que se funda en la necesidad física de la realidad; es ésta la que nos lleva a aquélla y no viceversa como supone el logicismo.
A pesar de este acuerdo común entre el segundo Zubiri -en su etapa realista- y el historicismo en su rechazo de la lógica y de las intuiciones de las esencias como fundamento de la ciencia, sin embargo, su diferencia es radical. Zubiri ante la profundidad de la nueva crisis de fundamentos se debate con la noción misma de inteligencia para clarificar de dónde parte. Dilucida que toda la tradición filosófica europea ha conceptuado la inteligencia como inteligencia concipiente, y ésta es la vía que se ha puesto en crisis. A partir de esta conciencia él va a proponer conceptuaría como inteligencia sentiente. Esto es, sentidos e inteligencia no son dos facultades o dos fuentes de conocimiento sino que son dos potencias de una única facultad, cuyo acto único es impresión de realidad. Impresión en cuanto sentiente y de realidad en cuanto inteligencia. Desde esta nueva vía, Zubiri indagará la viabilidad de un nuevo principio [386] último de la ciencia. Esta es la gran aventura Intelectual a la que se lanza el pensamiento de Zubiri. Mientras que el historicismo, en cuanto escepticismo e irracionalismo permanecen «a oscuras» en la misma dirección en que «estalló» la crisis.
Para el escepticismo e irracionalismo no hay fundamento, pero tendríamos que precisar, proyectando la luz que nos arroja el pensamiento de Zubiri, que no hay fundamento «concipiente». Es decir, que si seguimos entendiendo qué sea fundamento o qué sea principio desde la Inteligencia concipiente, éste es imposible de acuerdo a los resultados científicos. Ahora bien, no se trata de buscar un nuevo principio distinto a los sostenidos hasta ahora pero desde la base común de la inteligencia concipiente, sino de abandonar esta vía «concipiente-lógica» de la tradición europea y del primer Zubiri para situarnos en todas nuestras conceptualizaciones desde inteligencia sentiente. No se trata, pues, de sustituir [5] la tarea de fundamentación de la ciencia por alguna otra, ineludiblemente es la función de la filosofía, sino de emprender originariamente esta misión desde inteligencia sentiente.
2. Principio «sentiente-real» de la ciencia
La noción misma de principio sufre una «re-conversión» en el «cambio de paradigma» de Inteligencia concipiente a Inteligencia sentiente, y decimos reconversión porque éste es su sentido originario, que quedó ocultado por la logificación de la inteligencia. «Principio ha de ser entendido, nos dice Zubiri, no en inteligencia concipiente sino en inteligencia sentiente».[6] Y este nuevo rumbo intelectual es fundamental para constatar que toda la carga dogmática que conlleva la noción de principio concipiente no es sostenible en la concepción de principio sentiente; y sin embargo, la posibilidad de que éste [387] exista nos evitará caer en el otro extremo: el irracionalismo y escepticismo.
Principio de la ciencia no son los conceptos y los juicios primeros o fundamentales. «La conversión del principio en juicio fundamental, nos dice Zubiri, es uno de los avatares más graves de la historia de la filosofía».[7] La función radical de la inteligencia sentiente no es concebir sino sentir la realidad, de tal modo que la actividad pensante no es primaria o espontánea sino que es activada por la realidad abierta. El principio es lo que activa nuestra razón y por tanto éste es la realidad; ella es la que nos fuerza a pensar. Y específicamente es su apertura, que al sernos dada de modo sentiente nos lleva a lo trans-campal en marcha intelectiva. Estamos poseídos por la realidad, de lo contrario nos sería tan imposible pensar como a la paloma volar en el vacío. La realidad nos es dada, por ser la inteligencia sentiente, en la aprehensión primordial de la realidad y en ella nos movemos en el conocimiento científico, por eso la realidad como principio no es mero de dónde sino que está realizándose como principio.
Desde inteligencia sentiente ya no podemos preguntarnos en plural por los principios de la ciencia, como hacíamos en inteligencia concipiente refiriéndonos a los juicios fundamentales o a las intuiciones de las esencias, porque éste es único: la realidad físicamente aprehendida en «hacia», es la formalidad sentiente de lo aprehendido en su momento campal o ambital, pero aprehendida en sí misma como realidad-fundamento. No es un principio lógico o conceptivo sino que es un principio sentido.
Zubiri da un cambio desde su primera concepción «objetivista» a esta «metafísica» que recoge en su aseveración: «La realidad como principio está en la razón no sólo objetivamente, sino realmente».[8] El principio de la ciencia no es la objetividad ni es el ser. El objeto de la ciencia es la realidad. La inteligencia no es la facultad de lo objetivo ni es la facultad del ser, es la facultad de la realidad. Esta realidad no es algo distinto a lo que impresiona a los sentidos. Realidad es la formalidad de la alteridad de lo sentido: es el «de suyo». En la ciencia no se trata, pues, de conceptos objetivos sino de cosas reales. Y esto no sería posible si el principio mismo de la ciencia no fuera la realidad. Zubiri pone el ejemplo de la ciencia astronómica. Con sólo la [388] percepción del sol, ciertamente no habría ciencia astronómica del sol, pero sin la realidad solar dada de alguna manera en mi percepción, tampoco habría ciencia astronómica del sol, porque lo que no habría es «sol». Y la astronomía no es ciencia de los conceptos del sol, sino ciencia del sol.
Una vez justificada la apelación al singular de principio en el título de nuestro trabajo principio último de la ciencia,nos queda por aclarar la denominación de último.Si decíamos del término principio que viene cargado en la tradición europea de dogmatismo, añadirle el carácter de último parece indicar un absolutismo. Ahora bien, nada de esto acontece según la concepción sentiente de Zubiri. Las distintas ciencias pueden «apoyarse» en distintas cosas, pero la ciencia en cuanto intelección racional tiene un principio último: la realidad. «El principio de todos los limitados principios de la razón es realidad».[9] En este sentido realidad es principio último: constituye el principio de la ciencia en cuanto tal pero no se trata de una causa última o algo similar. El principio último no es nada definitivo, acabado, absoluto, sólo es una formalidad, el «de suyo»; pero queda averiguar cuál es su contenido en cada caso y ésto siempre es problemático. Por otra parte, no es «a priori» de las cosas reales sino que sólo existen éstas y se nos da juntamente con su impresión.
Es preciso aclarar que, en Zubiri, realidad no es algo exterior a nosotros, no es una zona de cosas «allende» la aprehensión, como han pretendido los realismos tanto natural como crítico. Realidad no es sinónimo de existencia. Su identificación se origina en inteligencia concipiente. La realidad, desde inteligencia sentiente, es formalidad «de suyo» de lo aprehendido sentientemente, y nos es dada de igual modo que las cualidades sensibles, porque es el modo independiente como éstas quedan en la aprehensión.
La ciencia es una marcha intelectiva en la cual no se busca alcanzar la realidad sino que se marcha a inteligir el contenido real de la realidad. Es una búsqueda de lo que lo real es en la realidad. Si la realidad nos fuera manifiesta en toda su estructura y detalle, la inteligencia sería un fiel espejo de ésta, pero no es ésto lo que ocurre. El carácter sentiente de la intelección es la que nos instala en la realidad, pero éste mismo carácter sentiente es su límite y problematismo. El contenido sentido de la realidad es insuficiente respecto a la plenitud de la formalidad de la realidad en cuanto realidad o [389] mundo. La intelección científica es una expansión de este contenido. Pero todo el alcance de la ciencia, lo que hace que sea ciencia es el momento de realidad que nos es dado en la aprehensión primordial de la realidad.
La realidad, principio de la ciencia, es mero ámbito: y como tal ámbito está libre de un contenido determinado. En este sentido la realidad es trascendental, no respecto del sujeto (sería trascendente) sino de un contenido determinado. El contenido racional o la estructura fundamental científica de la realidad nunca nos es dado. La realidad no nos impone un contenido de modo unívoco sino que fuerza a la razón a elegir. El principio de la ciencia es, pues, la realidad pero no como tal o cual contenido, esto es lo que tiene que averiguar la propia ciencia y lo hace en marcha inquirente llegando a resultados siempre provisionales. El contenido científico de la realidad es creado pero queda claro que es el contenido determinado de la formalidad de realidad, en ésta nos movemos y ésta nos fuerza a dotarle de un contenido u otro. Las distintas concepciones científicas se deben, además de las propias limitaciones humanas, a que la realidad física dada sentientemente no tiene un carácter unívocamente determinado, y a que, en cuanto tiene carácter físico, está «dando de sí».
La historia de la ciencia sigue el patrón dialéctico: «sugerencia-esbozo-sugerencia», que tiene base en la propia realidad. En efecto, es la realidad la que nos sugiere qué podría ser su realidad fundamental, nosotros libremente trazamos un esbozo y probamos si se inserta en ella o no, es decir, si lo verifica o no: de ser negativo el resultado regresamos a la sugerencia originaria para descubrir otra distinta que nos conduzca de nuevo en nuestra marcha intelectiva. La verdad científica, al ser fruto de la razón sentiente tiene un carácter lógico e histórico. En primer lugar, es lógica en cuanto que envuelve logos, afirmaciones: es verdad como encuentro de algo que se busca a partir de un esbozo. Y en segundo lugar, es histórica en cuanto que es realización de posibilidades, es actualidad cumplida. La razón por ser sentiente es actualidad de lo real como problema y esto hace que sea inquiriente y esbozante, esto es, una razón lógico-histórica. La postura de Zubiri, pues. no se queda en un mero historicismo.
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3. Conclusión
Los cambios en las teorías científicas conducen a un escepticismo e irracionalismo, en definitiva a una carencia de principio de la ciencia, pero sólo si se parte de unos presupuestos «concipientes». El escéptico permanece en el camino por el que «otros» le «echaron a andar» pero sin posibilitar ninguno a los que le sigan y por el que se pudiera avanzar hasta topar con una nueva oscuridad. Zubiri por la aportación historicista se ve impelido a abandonar su primer intento ahistórico de fundamentar la ciencia, pero no la tarea misma de la fundamentación que la emprende desde inteligencia sentiente. La conclusión zubiriana es que el principio último de la ciencia es la realidad, que nos es dada en aprehensión primordial. El contenido de la realidad que nos ofrece la ciencia es creado pero queda claro que es el contenido determinado de la realidad, en ella nos movemos y ésta nos fuerza a dotarle de un contenido u otro.
Desde Inteligencia Sentiente vemos a Zubiri «engendrar» una nueva noción de principio que resulta fecunda para superar el escepticismo e irracionalismo «concipientes», evitando todo dogmatismo. No sabemos si de forma definitiva o si a través de esta vía desembocaremos en un tipo de escepticismo «sentiente».
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Bibliografia
H. BROWN (1977), La Nueva filosofía de la ciencia, Tecnos, Madrid 1983.
Th.S. KUHN, ¿Qué son las revoluciones científicas?, Paidós. Barcelona 1989.
LAKATOS y MUSGRAVE (eds), La Crítica y el desarrollo del conocimiento. Grijalbo, Barcelona 1975 (1970 la).
G. RADNITZKY y G. ANDERSSON (ed.) (1978), Estructura y desarrollo de la ciencia, Alianza, Madrid 1984 (ed. cast.). Progreso y racionalidad en la ciencia (1978-9), Alianza, Madrid 1982.
RORTY (1979), La filosofía y el espejo de la naturaleza, Cátedra, Madrid 1983.
X. ZUBIRI, Tesis Fenomenológica del Juicio, Rev. Arch. Bibl. y Museos, Madrid 1923.
Naturaleza, Historia, Dios, Alianza, Madrid 1987.
Sobre la Esencia, Alianza. Madrid 1989.
Inteligencia Sentiente, Alianza, Madrid 1980.
Inteligencia y Logos, Alianza, Madrid 1980.
Inteligencia y razón, Alianza, Madrid 1983.
Estructura dinámica de la realidad, Alianza, Madrid 1988.
Notas
[1] ZUBIRI, Teoría Fenomenológica del Juicio, 36.^
[2] RORTY, La filosofía. y el espejo de la naturaleza, 15. Refiriéndose al L. Wittgenstein, a Heidegger y Dewey dice: «...consideran que se deben descartar las nociones de "fundamentos del conocimiento" y de la filosofía en cuanto centrada en el intento cartesiano de dar respuesta al escéptico epistemológico».^
[3] Kuhn, basándose en la historia de la ciencia, sostiene que existen revoluciones científicas que no dejan piedra sobre piedra, que destruyen por completo los sistemas teóricos anteriores. El desarrollo científico es la sustitución de unos paradigmas por otros, con lo cual las distintas teorías científicas resultan inconmensurables». En la aceptación de un paradigma son decisivos factores de tipo socio-psicológico como la fe en una teoría y el consenso de la comunidad científica. Kuhn expresa en términos de «conversión» la transición de un paradigma a otro.^
[4] El enfoque de la filosofia de la ciencia históricamente orientada, enfoque «weltanschauungístico». seguido en mayor o menor medida por numerosos autores, entre ellos, Kuhn, Toulmin, Hanson, Polanyi, Feyerabend, Brown: parte de que las teorías son relativas a una perspectiva conceptual de la cual depende el significado de los términos. Su oposición más radical es a la filosofia de la ciencia del positivismo lógico a la que pertenecen, entre otros autores, Carnap Schlick, Reichenbach, Hempel, Feigl, Waismann. El planteamiento que éste hace de las teorías científicas es formal, su herramienta fundamental de análisis es la lógica simbólica, sus resultados son ahistóricos.^
[5] Radnitzsky, en su artículo: «De la fundamentación de teorías a la preferencia fundamentada de teorías», en Progreso y racionalidad en la ciencia, 294, nos dice: «las exigencias excesivas de planteamiento filosófico-fundacionalista fueron las que llevaron al relativismo y al irracionalismo, que son reacciones típicas ante las grandes expectativas defraudadas» como salida a este irracionalismo escéptico propone sustituir la tarea imposible de la fundamentación por la de la preferencia racional: «En el lugar que antes ocupaba la fundamentación del saber científico se sitúa ahora, como una de las misiones principales de la metodología, la tarea de ofrecer reglas para la preferencia racional entre teorías falibles», 299.^