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CUARTA  PARTE:

 

                        LA HABITUD Y LAS ESTRUCTURAS

                                                 HUMANAS

 

 

 

            Entre la obra de «Sobre la Esencia»[7] y la de «Estructura dinámica de la realidad»[8], escribe Zubiri un breve artículo en la revista Asclepio, nn.18-19 (1968-69), sobre la Inteligencia humana[9]. Curiosamente comienza llamando «saber», al modo que tiene el hombre de habérselas con las cosas. En algún momento habría que decir que para Zubiri el que la inteligencia sea una habitud, constituye la expresión más cercana a su «mentalidad» filosófica; (prácticamente es la misma idea con la que comienza la Trilogía, doce años después. De hecho este artículo es como un preámbulo situacional de la investigación -"estas fugaces notas no pretenden entrar en el problema estructural de la inteligencia humana sino tan sólo acotar el fenómeno para esa ulterior investigación"-):

                        "El hombre tiene que habérselas con eso que llamamos cosas reales. Necesita, en efecto, saber, lo que son las cosas o las situaciones en que se encuentra. Sin compromiso ulterior, llamamos inteligencia a la actividad humana que procura este «saber». El vocablo designa aquí no una facultad

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                        sino una serie de actos o actividades. Es decir tomamos «inteligencia» no kata¿ du¿namin sino kaq´e©ne¿rgeian" (NIH 101)

 

            El modo de presencia de las cosas, como condición para la intelección, es determinante de la habitud:

                        "...es menester que las cosas reales nos estén presentes en un modo especial de enfrentarnos con ellas. En este sentido, las cosas reales no nos están presentes, sino desde nosotros mismos, es decir, según un modo nuestro de enfrentarnos con ellas." (NIH 101)

 

            Lo sensible para Zubiri, al revés que para Aristóteles, «afecta» constitutivamente a la inteligencia. Para Aristóteles, la inteligencia (nou¿V) es algo impasible (a¦paqh¿V): sentir e inteligir emergen de facultades distintas. Aristóteles no fija el momento de alteridad como dado en el dato sensible. Y de hecho en la filosofía moderna se insiste en reducir el momento de la impresión sensible a la afección. Diríamos que aquí está para Zubiri el punto de inflexión de un planteamiento metafísico:

                        "Porque el ser afección no agota la esencia de la impresión. Ya desde siglos atrás se había visto que en la afección de la impresión nos es presente aquello que nos afecta. Este momento de alteridad en afección es la esencia completa de la impresión. Por esto las impresiones no son meramente afecciones subjetivas. Y por eso también, lo sensible es a una un dato de la realidad y un dato para la intelección de lo real." (NIH 105)

 

            De ahí que tengamos que ir a la raíz en el acotamiento de lo sensible. No es un dato para el conocimiento (a la manera de los neokantianos, p.e. Cohen[10]). Hay que ir a la 'posición', a la índole de lo sensible mismo:

                        "La función de lo sensible no es plantear un problema a la inteligencia, sino ser la primaria vía de acceso a la realidad [...] Lo sentido es dato de realidad. Y entonces se plantea inexorablemente la cuestión de en qué consiste el carácter de estos datos, esto es, cuál es la estructura esencial de la sensibilidad humana." (NIH 103)

 

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 1 Habitud y Sentir

 

            Lo constitutivo de la habitud se pondrá de manifiesto desde el desarrollo del sentir. Hay aquí una 'progresión' hasta la inteligencia sentiente. La habitud pende del sentir, de su modo de estar o quedar el animal en los procesos de estimulación. Esto es muy sutil, importante, y pienso que el mérito de Zubiri ha estado en saber elevarlo a nivel filosófico.

            En la consideración biológica de un organismo pluricelular aparece una especie de progresión desde lo que podemos llamar la posesión del propio estado en equilibrio vital, hasta la centralización del sentir a niveles cerebrales en los animales superiores y especialmente en el hombre. Cuanta más centralización aparece, más nos acercamos a eso que Zubiri llama el «me» 'que tenemos los hombres' (EDR 181).

            Este «me» es expresión de la formalización. La funcionalidad de las acciones va haciendo posible la actualidad de esta formalidad, expresión a su vez del equilibrio dinámico de los organismos vivos:

                        'La formalización exige la conducta para su propia estabilidad, y recíprocamente hace posible la riqueza en que se inscribe el psiquismo del animal. En esto se funda la unidad intrínseca entre estabilidad y creación en la vida.'(EDR 183)

 

            Esta formalización es un estado que responde a la capacidad de enfrentamiento que va acumulando -por decirlo así-, el animal para funcionalizar sus estructuras vitales:

                        '[...] todo ser vivo [...] además de tener unas funciones específicamente determinadas, tiene, justamente en virtud de sus estructuras, lo que yo he llamado la formalización de esas acciones, de la manera como se presentan en el medio.'(EDR 182)

 

            De aquí la importancia del análisis del sentir desde esta perspectiva de la formalidad que constituye ese modo de haberse.           Vamos a tomar el análisis del sentir al paso del sentir humano.

            Los momentos que configuran el sentir: suscitación-movimiento tónico-respuesta, tienen un tipo de unidad tal que el hombre, en virtud de lo que le estimula, queda en un estado distinto del de la mera estimulación: siente el estímulo, pero «se»[11]siente a sí mismo estimulado. Lo estimulante queda como algo en propio respecto a la fruición que el hombre

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siente de y en sí mismo. Digamos que se quiebra la unidad clausurada de los tres momentos, y el hombre necesita inventar sus respuestas para restablecer el equilibrio vital[12].

            La invención de respuesta supone todo un proceso vital del que va a depender el bienestar (y por supuesto la viabilidad) del animal humano.

            Pero antes de comenzar su análisis, es necesario hacer una serie de consideraciones sobre algo que es típico de todo animal y que en el caso del hombre es decisivo. Nos referimos a la habitud o enfrentamiento:

                        "La mera carencia del acto de visión no sirve para distinguir un topo de un perro ciego. A este modo de habérselas con las cosas es a lo que llamo habitud."

                        (SH 18)[13]

 

            El modo de haberse con las cosas: (subyace a toda acción animal) es lo que hace posible toda acción de suscitación y respuesta.

            Por esta habitud: las cosas —y el viviente—, quedan ante éste en un carácter primario —propio de ellas—, y que las califica primariamente. Este aspecto:

            Las cosas y el viviente mismo no actúan ni suscitan, tan sólo 'quedan' en cierto respecto para el viviente (puramente estimúlico, o de realidad estimulante).

            Hacerse presentes desde sí mismas, en el sentido preciso de: el mero estar presentes desde sí mismas.

            Este mero estar es algo real: no conviene a las notas o caracteres de las cosas. Por estar presentes, las cosas no adquieren o pierden cualidades. Son puro 'quedar', son actualización.

            El carácter de las cosas así actualizado en el respecto de la habitud, es formalidad. El carácter de la actualización de la cosa: es el modo de quedar la cosa que afecta y en cuanto que afecta.

            La habitud hace posible que las cosas entre las que está el viviente constituyan en su totalidad el medio:

            Dos dimensiones: el mero 'entorno' propio de toda cosa. El medio, formado por las cosas que pueden actuar sobre el viviente, y con las que éste puede «enfrentarse»: el medio se halla constituido por el modo de estar presentes las cosas en el enfrentamiento; por el tipo de formalidad.

 

 

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            El enfrentamiento animal: es enfrentamiento en impresión. Tiene dos momentos: el momento de 'pathos' y el momento de 'alteridad': se hace presente algo otro para el animal. Por este momento, la impresión es presentación, actualización impresiva de algo objetivo, es estímulo: lo objetivo de la impresión es algo 'estimulante' intrínsecamente ordenado a una respuesta.

            El animal tiene que habérselas con la impresión estimulante de un modo especial: modo estimúlico, no ser más que estimulante[14]. El estímulo, ordenado intrínsecamente a una respuesta (lo estimulante). Lo 'objetivo' se agota en estar estimulando, suscitando.

            Así la formalidad de estimulidad, es la unidad de tres momentos: lo objetivo en la impresión, lo estimulante, lo estimúlico. La cosa consiste sólo en estimular. Las cosas 'quedan' para el animal en ese respecto o formalidad, es estimulidad: estimulidad equivale a sentibilidad.

            La habitud según la cual el animal se enfrenta con las cosas sentibles es lo que constituye la sensibilidad. La sentibilidad es el correlato formal de la habitud de la sensibilidad.

            El hombre es capaz de un enfrentamiento real: ¿en qué consiste?[15]. Las cosas 'quedan' no como estímulos, sino como realidades. El término propio de esta habitud es la formalidad de realidad.

            En el determinar lo que sea la realidad, Zubiri entiende que hay que poner de manifiesto la presencia del estímulo, ya que el hombre lo capta como realidad estimulante, es decir 'como algo que emerge de aquello que nos está estimulando, y que le pertenece en propio a aquello que nos estimula'(EDR 29). Estamos ante el momento del «de suyo». De ahí que Zubiri insista en que hay que disociar claramente el concepto de realidad como «de suyo», del concepto de existencia. Esta postura va a distanciar a Zubiri del resto de los planteamientos metafísicos de la tradición (cf.SH 334-335).

            Del comportamiento vamos al modo de enfrentamiento o índole del animal, y desde esta situación, al análisis de lo estructural.

            El viviente está entre las cosas: colocado y situado.

La actuación de las cosas sobre el viviente modifican su 'estado', i.d. su tonicidad.

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            La respuesta del viviente supone pasar de un estado a otro estado. En este continuo pasar consiste la actividad del ser vivo.

            Suscitación:"momento según el cual las cosas modifican el estado vital y mueven a una acción".

            Afección: momento por el que el tono vital del viviente queda alterado..."Esta afección es una tensión hacia una respuesta adecuada, la cual deja al viviente en un nuevo estado". (SH 11)

            Así este estado: es un equilibrio dinámico...reversible: "la respuesta efectora restablece el equilibrio alterado por la suscitación"...Y modificable: "en muchos casos, la respuesta modifica por ampliación o retracción, y en todo caso por modulación, el ámbito de la actividad vital en que el viviente consiste". (SH 12)

                        "El concepto de estado [...] es un concepto límite, porque el viviente jamás 'está' en un estado, sino que va recibiendo continuas suscitaciones, se halla siempre 'iendo' de un estado a otro."(SH 13)

 

            La actividad del viviente, que vamos a llamar comportamiento (unidad de los momentos de suscitación, afección y respuesta), tiene como dos vertientes. Por una parte este comportamiento muestra al viviente más o menos independiente de las cosas y con el consiguiente control sobre ellas. Y por otra parte, es una actividad "que va dirigida hacia sí mismo [...] vivir es autoposeerse".(SH 12).

            Hay una auténtica mediatización en el trato con las cosas. La característica fundamental de esta actividad, llamada comportamiento, es el ser algo procesual: el animal deja de estar en un estado para pasar a otro estado. Y este pasar no es una mera decurrencia, sino que se da un verdadero cambio de estados.

            La estructura de este comportamiento, cuyo esquema es el de suscitación—afección—respuesta, tiene distintos modos según se trate de los animales o del hombre. Para entender esta diferencia, hay que determinar con exactitud qué sea sentir.

            Desde el punto de vista estructural, sentir "es la liberación biológica de la estimulación"(SH 13). Esta formulación nos da pie para reproducir los momentos de la estimulación: hay un momento de susceptibilidad que responde a la estimulación de todo ser vivo. El momento de sentiscencia o sensibilidad difusa, responde al tipo de estimulidad de todo organismo, por distinguirla de la sensibilidad propiamente tal, que responde al sentir de los animales en virtud de su menor o mayor grado de centralización (cerebral).

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            Si el estímulo es todo aquello que suscita en el animal una respuesta, así se vertebran los momentos del comportamiento respecto de lo estimulante.

            Esos tres momentos, suscitación—afección—respuesta, "los tres están unitariamente inscritos en el 'estímulo', bien que en forma distinta en cada uno de ellos. En el momento aprehensor, el estímulo es lo suscitante: es 'estimulación'. En el momento de afección tónica es, si se me permite el vocablo, 'incitación'. En el momento de respuesta, la estimulación es 'efección' estimulada.  Por tanto, aprehensión, afección y respuesta no son tres acciones sucesivas, sino tres momentos cualitativamente diversos de una acción única y indivisa: 'comportarse estimúlicamente'. Esta acción única es lo que llamo sentir". (SH.14)[16]

            La vida del animal culmina así en un grado determinado de satisfacción: "no se siente satisfecho, pero siente satisfacción" (SH 15). El animal tiende a mantenerse en satisfacción. Es lo más parecido a un estado, a un quedar, una especie de circuito cerrado de accionalidad estimúlica.

            'Realidad' designa la manera cómo el objeto 'queda' en el enfrentamiento humano..., por ello es una manera de 'quedar', mera actualidad[17]. Se trata pues, de las cosas en su manera de quedar en mi aprehensión. (En el animal no se 'distingue' el modo de quedar, de la respuesta; falta de formalización).

            Distinta manera de quedar. Actualidad de: lo que primariamente aprehendemos es justamente estímulo en cuanto tal, lo aprehendido va intrínsecamente ordenado a una respuesta, es estimulante.

Pero lo estimulante no está aprehendido 'estimulicamente', o lo que es lo mismo, formalmente ordenado a la respuesta en la aprehensión.

En el estímulo se aprehende ahora su contenido estimulante como algo, que estimulado, pertenece 'en propio' al estímulo. El calor calienta 'siendo' caliente: (así 'queda' en mi aprehensión) 'en propio', es 'ya': (por eso es por lo que estimula), es 'antes' de estar estimulando y precisamente para poder estimular. El momento este del 'prius', prius de formalidad; momento físico: momento físico de lo aprehendido. De ahí, esta formalidad remite —dentro de la realidad estimulante misma—, desde su momento 'estimulante' al momento de su 'realidad'.

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            En la realidad estimulante se transciende desde el momento 'estimulante' al momento 'real' (esté o no esté estimulando). Es un momento de lo aprehendido mismo en el acto aprehensor (cf.SH 25).

            TRANSCIENDE (dentro de la aprehensión y sin salirnos de ella) desde lo que tiene de estimulante a lo que tiene de realidad[18].

            Esta formalidad de realidad está constituida por la unidad intrínseca y formal de estos tres caracteres: —actualidad—en propio—prius. Esto es lo que constituye el 'de suyo', el modo cómo lo aprehendido queda en la aprehensión.

            'De suyo', expresión y conceptuación unitaria de esos tres momentos: —actualidad—en propio—prius.

            Las cosas nos están presentes como 'de suyo'. Realidad es el 'de suyo'. Lo que no es realidad: mero correlato de un modo de aprehensión. Lo que es realidad: apertura a lo que las cosas son 'de suyo'.

            Esta transcendencia (apertura) es una remisión desde su actualidad intelectiva (desde ser actual en la intelección), a ser real, a ser 'de suyo'[19]. Esta remisión no es: un acto de inteligencia. Esta remisión es: un acto de la cosa en la inteligencia. (En eso consiste la cosa como realidad:—modo de quedar)[20].

 

1.1. La inteligencia como habitud de realidad.

            Un acto en que la cosa no 'actúa', pero que se actualiza desde sí misma, es lo 'actual'; 'de suyo' es la aprehensión de la cosa como realidad[21].

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            Apretando el concepto de 'Realidad': es momento que pertenece formalmente a la aprehensión en su primigenia inmediatez. Es formalidad 'física' de lo estimulante. Por el momento del prius (independencia, pero no mera objetividad), todo 'de suyo' es independiente; pero la inversa no es verdad.

            Ser 'de suyo' no significa 'fuera' de la aprehensión. Transcender (por el 'en propio') —no transcender de la aprehensión—, sino en la aprehensión. De ahí, sin salirnos del estímulo (impresión, como matiza en la Trilogía), éste, por ser algo 'de suyo', no sólo transciende en la aprehensión desde su carácter estimulante a su carácter real, sino que remite eo ipso por ser real, a cuanto 'de suyo' es realidad[22]. Esta remisión es 'instalación' física, primaria y primigenia en el campo entero (mundo) de la realidad (cf. SH 26).

            ESTAMOS físicamente remitidos a 'la' realidad por y en la realidad misma del estímulo.

            Si la habitud según la cual el animal se enfrenta con la estimulidad es sensibilidad, la habitud según la cual el hombre se enfrenta con la realidad[23] es INTELIGENCIA (la inteligencia surge por más actualidad de realidad: el dinamismo de este «más»).

            El acto radical de la intelección: sólo aprehendiendo las cosas como realidades, es como la inteligencia ejecuta actos de concebir, juzgar, etc., actos a que le fuerza la realidad misma de las cosas.

            La aprehensión de las cosas como realidad es el acto elemental de toda actividad intelectual. Pero en realidad no es un acto, sino una habitud: concebir, juzgar, proyectar, etc. son actos de comportamiento intelectual[24].

            Aprehender las cosas como realidad, es enfrentamiento: es la habitud subyacente a todos aquellos actos[25]. Este aprehender las cosas como realidad es un acto exclusivo de la inteligencia. Por muchas complicaciones que pueda presen

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tar lo estimúlico, siempre sería algo que formalmente consiste en suscitar una respuesta, jamás será formalmente algo que es 'de suyo'[26]. (cf.SH 27)

            Es el acto radical de la inteligencia: la aprehensión de algo como real. Es el punto preciso en que surge la intelección en cuanto tal[27].

            En el hombre, la organización funcional es tal que el elenco de posibilidades de respuesta adecuada a la suscitación, no queda siempre asegurado por su organización funcional: el hombre es animal hiperformalizado, De aquí que suspende la respuesta (mantiene la estimulación), y 'se hace cargo de la realidad': aprehende los estímulos como algo 'de suyo'. Es el orto de la intelección.

            La primera función de la inteligencia es estrictamente biológica: suspender el modo estimúlico de sentirse estimulado..., es el acto formal de la inteligencia.

            La esencia de la intelección es mera 'presentación'. Presentación física, no meramente intencional, ni correlato noemático de una noesis. No es un acto de noesis. Sino estricta noergia, y el ergon de este acto físico es actualización. Este acto es producir el mero 'quedar' de las cosas como realidades, como algo 'de suyo'.(cf. SH 29)

            DENTRO ya de la realidad, el conocimiento se mueve en la intelección, esto es, en el 'dato-de' realidad. Y esto (el conocimiento) es un proceso: el 'dato-de' justo por su insuficiencia, queda transformado en 'dato-para' más intelección de realidad (i.d. más actualización), (de aquí, reactualización)[28].      Determinar en cada caso la estructura concreta de el 'de suyo', es la tarea del conocimiento, (es la marcha de la razón). (Marcha estructurante,...construcción).

¿CUAL ES LA INDOLE propia de este acto primero y decisivo de la intelección?:

            Inteligencia sentiente. El asunto surge porque en el hombre se dan las dos habitudes: tiene sensibilidad y también inteligencia. Para entender su unidad, hay que tener en cuenta que son irreductibles en el modo de habérselas en la estimulación misma[29]: el momento de estimulación envuelve formal y necesariamente el 'de suyo'. En su física inmediatez tiene el prius.

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De ahí, impresión de realidad. La realidad y no sólo lo que en cada caso es real, está actualizada en la aprehensión impresivamente. Acto aprehensor de una Inteligencia sentiente: habitud radical propiamente humana.

 

1.2. La héxis como autoposesión

            La expresión zubiriana de autoposesión, responde efectivamente al significado de la «héxis»  como «posesión», como el dar de sí en el hombre. En el ámbito del dar de sí, la habitud radicaría en el sí del «dar de sí». Y no es un juego de palabras. Es la expresión del «de suyo» en su grado máximo posible de intimidad como dinamismo. Tal vez Aristóteles no quiso expresar otra realidad con su noesis noeseos, y que como sabemos, Hegel al final de su Enciclopedia de las Ciencias, reproduce para ejemplificar su última idea: "La idea eterna en sí y por sí, se actúa, se produce y se goza a sí misma eternamente como espíritu absoluto"[30]. Zubiri lo expresa desde los parámetros de su idea de la «actualidad»:

 

                        'Ahora bien, realidad consiste en ser de suyo. Y en este ser de suyo se constituye precisamente el «sí» en que consiste justamente el dar de sí propio de un dinamismo.'(EDR 184)

 

                        'Poseerse no significa tener una acción reflexiva; significa simplemente que la totalidad del ser de uno vaya normalmente envuelta en las actividades que desarrolla para ser el mismo que ya era. La mismidad es esencial y formalmente un acto de poseerse.'

                        (EDR 185)

 

            En Zubiri ese autós es precisamente un principio de la vida, es modo de posesión constitutivo, es ser siempre el mismo. Zubiri dice que es una mismidad rigurosamente hablando dinámica (cf.EDR 193). Toda la actividad vital está en función de este sedimento o modo de haberse que en su dimensión constitucional tiene como término (si así se puede hablar), la configuración de la propia mismidad:

                        'Ciertamente hay un movimiento quiescente en la vida, pero es porque la vida es el movimiento de un algo que  estructuralmente es «sí mismo» y que precisamente por serlo puede conferir ese carácter de mismidad,

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                        y ese carácter de quiescencia a los movimientos vitales. El sí mismo, el a©uto¿V, no es resultado de la vida sino un principio de ella.'(EDR 192)

 

            La actividad del ser vivo, ya en nuestro caso, del animal humano, se desarrolla en un medio muy determinado y que afecta a su propia intimidad. Hay que afirmar con Zubiri que este poseerse a sí mismo consiste en 'ejecutar formalmente su mismidad'(EDR 199). Sería el máximo grado de habitud que brota precisamente de la estructuras de una sustantividad lograda:

                        'Vivir [...] no es cambiar, sino devenir, dar de sí, en el sentido más estricto del vocablo [...]

                        efectivamente a lo largo de la escala zoológica, de la escala biológica, vamos viéndose construir un mayor de suyo y con ello, por consiguiente, una mayor sustantividad.' (EDR 200)

 

            Eso que llamamos habitud como modo de haberse, puede concretarse en un modo de dar de sí, es lo radical de esta categoría en los seres vivos. La característica del ser vivo, a medida que va dando de sí en la escala zoológica, dice Zubiri, 'se aproxima a lo que es la sustantividad real y efectiva [...], a la independencia plenaria respecto del medio, y al control específico sobre él'(EDR 201).

            En el hombre este «dar de sí» constituye (vamos a decirlo así), un «de suyo» que se hace a sí mismo; es la constitución de la mismidad, estamos en lo que Zubiri llama la esencia abierta (cf.EDR 204). Es la perspectiva de lo estructural de la vida humana.

                La visión directa, por decirlo así, de la realidad humana, su posición como realidad desde una inteligencia sentiente nos hará comprender desde dentro, esto que sea la habitud. El ámbito héxico, es ámbito de realidad, es algo «de suyo».

            El sentir humano tiene un ámbito muy concreto. Nuestro modo de habernos con las cosas tiene una dimensión digamos social, que es determinante de lo que hasta ahora hemos descrito nocionalmente[31].   La versión a los demás es algo tan físico que basta observar el desarrollo del niño en los primeros meses para ver cómo los otros influyen de una manera decisiva en nuestro llegar a ser:

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'el niño, como otros animales, se encuentra primariamente vertido a algo, que es madre o hace sus veces, de donde el animal humano va a cobrar su nutrición y en lo que va a encontrar su amparo [...] Aquí está inscrito el fenómeno radical del encuentro con los demás'(SH 235).

            En la medida que los demás van fijando el elenco de posibilidades en el manejo de mis habilidades: es el orto de lo real en nuestra propia unidad de actualización intelectual. Sería nuestra primera idea de mundo como unidad de lo real en cuanto real. A unos niveles muy elementales, tan elementales como es la subsistencia biológica, pero ahí está. La idea de Zubiri al respecto es clara. Aprendemos el modo de sentir humano por la versión que los demás tienen de irrumpir en nuestro incipiente mundo. Es lo físico en cuanto físico, como conformación infantil. Es la presencia de lo humano, que va configurando nuestra habitud de inteligencia sentiente en cuanto sentiente, en el sentido formal y estricto del sentir humano: 'lo primero que se le da al niño no son los otros hombres, sino lo humano de la vida, el sentido humano de la vida [...] el dato primario de lo social no son las mónadas (yo, el otro) sino «lo humano» [...] «los demás» es lo humano que hay en la vida del niño, y que desborda su realidad propia'(SH 239).

            Este desbordamiento de la propia realidad, hay que entenderlo bien. Ese desbordamiento hace referencia a la nota de apertura constitutiva de la realidad, en este caso la del niño. El desbordamiento de la propia realidad consiste en más apertura y esto tiene su punto constante del dar de sí en eso que Zubiri llama la «aprehensión primordial de realidad», y el proceso de continua actualización en logos y razón. Y este es un proceso global, i.d. afecta a todo el ser humano como poseido y poseedor de realidad. De ahí que podamos afirmar que la esencia del enfrentamiento humano es la unidad de atemperamiento como resultante de la unidad de actualidad aprehensora y opcional de respuestas determinadas y conformadoras.

 

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2.Visión estructural del vivir humano.

El medio estructural de la habitud.

 

            El medio viene definido por el tipo de estructuras que posee el viviente. En una consideración posterior se abordaría el plan del viviente en ese medio. Analizar en lo que sea posible esas estructuras nos acercará un poco más al ámbito héxico donde se desarrolla lo vital. Aristóteles pensó que del examen del movimiento saldría la última comprensión de la realidad. No, el movimiento es necesario para la vida, pero sólo con movimiento no sería vida lo que se nos da, la vida supone un despliegue en tensión dinámica. Zubiri define el carácter de la vida humana como la afirmación de la propia sustantividad poseída en esa tensión dinámica (cf.SH 554).

            Eso que hemos llamado «impresión» está en el origen de toda posible dirección del hacer humano (cuyo primer momento es el modo de haberse). El momento del «hacia» en la impresión de realidad considerado como momento del modo de haberse, es algo inicial, algo principial en el sentir humano. Su modo concreto es la orientación.

            El grado de satisfacción que va el viviente encontrando en sus respuestas estimúlicas en contraste con la contrariedad de las adversidades, guía su rumbo vital. En el hombre ya vimos que al no tener respuesta adecuada 'a priori', tiene que hacerse cargo de la realidad. Hacerse cargo de la realidad supone en primer lugar, un 'quedar en situación'. Este quedar en situación es el orto del querer...buscar la respuesta.

            El hombre tiene que ir conformando su propia realidad en el hacerse cargo de lo que le impresiona, eligiendo esto y dejando lo otro por un tanteo. El hombre no es una especie de autoafirmación sobre una idea, no; si de autoafirmación queremos hablar, es sobre su propia realidad que el hombre se va autoafirmando, haciendo que las estructuras vayan dando de sí. Este dar de sí viene propiciado por el fenómeno que Zubiri llama de la hiperformalización:

                        "La hiperformalización da paso al enfrentarse con las cosas y al habérselas con ellas. El enfrentamiento tiene un doble momento: el estar en la realidad de las cosas y el expresarlas por una acción intelectiva; su unidad expresa el carácter noérgico y no meramente noético o intencional del inteligir. La actualización del carácter de realidad de las cosas en la inteligencia es probación física de realidad, es experiencia; implica el dato y la vivencia." (SH 576)

p.279

 

            Mejor y más concentrado no se puede expresar el ámbito de lo héxico. El estar situados en la realidad hace que la realidad estimulante se transforme en instante, estamos en el mismo orto de la impresión de realidad y del momento del querer. En la compacticidad de que nos hablará en IRE, de la impresión primordial de realidad, ya se encuentra el momento de querer y el momento tónico o de satisfacción, o rechazo de lo real que nos afecta:

                        "En el habérselas con las cosas lo importante es el querer, que es fruición de la realidad y preferencia desde un previo tender[32]". (SH 577)

 

            Hacerse cargo de la situación es algo más que dejarse suscitar o dar una respuesta a algo que nos ha estimulado. Hacerse cargo de la situación es habérselas con las cosas como realidad (cf.SH 567). Pero este habérselas, que correspondería propiamente al momento del querer, supone la posibilidad del enfrentamiento, momento intelectivo del hacerse cargo de la realidad. Es importante seguir el texto de Zubiri, aunque sea «entresacado»; es nada menos que de el año 1953.

                        "La inteligencia envuelve, además de la dimensión llamada usualmente intelectiva, una dimensión previa y radical: el enfrentarse con las cosas como realidad"[...][33].

 

                        "Por esta primera dimensión previa las cosas nos ofrecen lo que he llamado impresión de realidad. no un mero estímulo, sino una realidad estimulante. El niño no sabe lo que está haciendo porque no es un metafísico ambulante, pero lo hace: se enfrenta con las cosas como realidad, y lo que la realidad le da es una impresión de realidad: un verde real, o una realidad verde".(SH 568)

p.280

 

                        "Nadie comienza a estar en la realidad ni deja de estar en ella; lo único que comienza y deja de haber son las cosas con que estar en la realidad. La inteligencia es en este sentido mera actualidad"[34][...]

 

                        "A la unidad de la impresión de realidad corresponde

                        la unidad de una inteligencia estructuralmente sentiente[35][...] El hombre va aprendiendo, pero su aprendizaje es el de la inespecificidad, porque el inteligir le enfrenta con la realidad"[36].(SH 569)

 

 

            Al hablar de estructura en Zubiri hay que recordar que en el orden de la suficiencia constitucional, es la unidad de notas-de  la que en su despliegue nos da la esencia de una realidad concreta. La constitución viene determinada por el modo como las notas (constitutivas) modulan la unidad primaria y radical (cf.EDR 38). De ahí que el «de suyo» sea algo estructural, no sustancial ni subjetual. En esa unidad estructural va ínsito lo dinámico:

                        "...el devenir es algo que se halla inscrito precisamente en esa unidad estructural, en ese sistema estructural y constructo de notas, que constituyen la sustantividad de algo."(EDR 39)

 

            La unidad estructural de notas, como tal unidad viene a constituir lo que Zubiri llama la formalidad, por contraposición al contenido de algo. La formalidad de realidad se identifica en cuanto formalidad, con eso que hemos llamado «estar», «quedar», y en formulación estructural, —actualidad—. De aquí la importancia de una adecuada distinción de lo que normalmente entendemos por «contenido de algo». El  mejor modo de presentarlo será abrir el panorama metafísico de eso que es «la realidad actualizada».

            Hay que recordar que las notas constitutivas de la realidad en impresión, son la apertura, la respectividad, la suidad y la mundanidad. Esta unidad estructural desde una inteligencia sentiente constituye la actualidad de la formalidad de realidad; el «de suyo» es la expresión del conteni

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do de esta unidad estructural.    Cada una de las notas será el despliegue del contenido que se actualiza en la inteligencia humana como fondo metafísico del orden de lo real en cuanto real. Estas notas se determinan talitativa y transcendentalmente. Así la apertura es el primer momento de la transcendentalidad. Es la apertura de formalidad, las cosas reales están sentidas como otras, «realidad otra». Al ser formalidad abierta, no es realidad sino respectivamente a aquello a lo que está abierta. Ser real es serlo respectivamente a aquello que es «de suyo»: la respectividad transciende de sí misma: apertura respectiva.

            Comunicación y reificación son los momentos talitativos de la realidad en función del contenido. El momento suyo del «de suyo» hace del contenido realidad «suya», de ahí que el contenido sea real en «la» realidad (momento transcendental). En esta determinación de la realidad como respectiva y suya, se actualiza la nota de apertura mundanal, máximo exponente del despliegue de actualidad, el mundo como «unidad» estructural (cf.IRE 121-122).            En la realidad así actualizada en la determinación del contenido por la formalidad de realidad, y de la realidad por el contenido «reificado», se constituyen lo que Zubiri llama las formas y modos de realidad, y esto es el objeto formal de la inteligencia sentiente: captar lo real en los modos y formas dados en la impresión de «realidad». De ahí que lo primero que tengamos sea muestra propia inteligencia como nota-de la propia sustantividad. La inteligencia se ve así misma como «mera actualidad de realidad», su dar de sí será el despliegue de esa actualidad actualizando intelectivamente los modos y formas de realidad, y en primer lugar, las de la propia realidad[37]. Esto sería la visión estructural de la inteligencia como habitud (cf. IRE 125).

            Como hemos de ver, el querer y el atemperamiento serán los momentos expresivos de esta realidad metafísica en que consiste el saber 'estar' en la realidad.

 

3 Experiencia y vivencia

 

            Ese estar en la realidad no es otra cuestión que estar entre las cosas como reales, haberse con las cosas como reales. Dicho de otra manera,

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las cosas en su afectarnos, actualizan en la inteligencia su carácter de realidad. De ahí que las cosas vistas desde la inteligencia, constituyen eso que llamamos «experiencia».

            Tenemos en virtud de esta actualización la probación física de la realidad en las cosas. Esta actualización de la realidad en las cosas, convierte a éstas en datos, en datos de la realidad sentida. Es el carácter de realidad, el modo de quedar –formalidad del <de suyo>-, lo que hace que las cosas sean eso, cosas y no sólo posibles signos objetivos de respuesta.

            Ahora bien en este proceso de actualización hay un tercer momento, y es que mi propia realidad actualizada en mi inteligencia hace que las cosas «me» sean presentes, útiles, gratificantes, etc, es el momento vivencial de mi trato con ellas. Esta unidad medial del «me» hace que el hombre vaya situándose en la unidad del medio (ecológico, social, histórico, en definitiva héxico)que va dando de sí, y que va poniendo de manifiesto la unidad de lo real: es la apropiación de la realidad como unidad estructural de todo lo que me acontece en dimensión de la apertura de la realidad, configuradora de mi experiencia vital(cf.SH 570)

            Este estar entre las cosas sirviéndome de lo real que se actualiza en mi sentir intelectivo, es el orto del vivir humano o ámbito del enfrentamiento propiamente tal.

            La inteligencia es habitud por ser un modo de enfrentarse con la realidad como realidad. Esta realidad queda actualizada por las cosas en cuanto me afectan. Ese estado constituye el medio en que mi propia realidad y la realidad de las cosas van configurando mutuamente la realidad desde mi propia realidad y desde la realidad de las cosas. Esta apertura por parte de mi realidad desde la inteligencia sentiente tiende a apropiarse de más realidad en lo real actualizado de los otros y de las cosas.

            Vivimos de la realidad en cuanto que vamos actualizando (poseyendo) más cotas de realidad. En este dar de sí en la apertura de la realidad se van determinando los distintos dinamismos (cfr.EDR 101).

            La volición o querer es un momento habitudinal o héxico al que Zubiri propiamente llama el haberse con:

                        "Al enfrentarse con la realidad llamábamos inteligencia; al habérselas con las cosas en un mundo abierto llamaremos 'volición"(SH 572)

 

            Para Zubiri el estar en la realidad conlleva la fruición consiguiente. Fruición (o su signo contrario), que supone la mediación del «me» del hacernos cargo de la realidad. Y el querer se realiza porque pongo yo mi preferencia en una realidad concreta por lo que es querida. Es la posesión de la realidad en el disfrute o rechazo de la cosa concreta:

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                        "Hay una fruición de realidad, y en cualquiera de sus voliciones el hombre en tanto tiene un acto de querer en cuanto tiene la fruición de una realidad".(SH 571)

 

            La vida consiste formalmente en el íntimo modo de poseerse. Es la experiencia de la propia realidad intimada con lo que de real me voy apropiando de «la realidad». Es actualización y apropiación fruitiva de mi propia realidad en el trato con los demás y con las cosas:

                        "El carácter vital mismo lo constituye lo que transcurre en el fondo de la propia sustantividad como posesión de sí mismo, como autoposesión. A la pregunta de lo que es la vida del hombre no puede contestarse más que diciendo en qué forma el hombre se posee en su propia sustantividad a lo largo de su vida".(SH 573)

 

            En este proceso juegan un papel decisivo las estructuras orgánicas. Si a la unidad de lo orgánico le llamamos «zoe», la unidad vital humana será una unidad estructural biozótica, y ello fundamentalmente por el modo héxico de la inteligencia sentiente, ya que sin cosas (captadas como reales), el animal humano no podría desarrollar sus estructuras orgánicas y consiguientemente hacerse la vida atemperándose intelectual y volentemente: 'La profunda conexión de bios y zoe explica la unidad radical de la vida. La zoe es por lo pronto la raíz de la apertura al mundo, porque la inteligencia no tiene cosas con que estar en la realidad, si a ella no llegan. Y no le llegan hasta que el organismo se hiperformaliza. Lo mismo debe decirse de la volición. Por tanto, no sólo porque la intelección es sentiente y la volición tendente, sino por este arranque natural que es la hiperformalización, el aspecto de bios es reclamado y sustentado por el aspecto de zoe. Por eso,la zoe no es sólo raíz, sino también fundamento del bios. Es fundamento porque lo que se llama zoe no comprende únicamente las estructuras sensitivas, sino todas las estructuras de la sustantividad humana.'(SH 573)

 

 

4Hombre y estructura:o el fundamento de la habitud humana.

 

            La respectividad es una nota constitutiva de la realidad.             Decir realidad es decir siempre respecto de algo. Es lo estructural del dar de sí como constitutivo. Es la actividad como constitutividad. El «de

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suyo» de cada realidad es respectivo precisamente por aquella nota o notas cuya esencia, como vimos, es ser analizadoras de la unidad que las constituye en sistema. En el caso del hombre, donde podemos hacer la experiencia, es lo sentiente en su estructura de aprehensión, tendencia y afección, lo que constituye la concreción de esa respectividad.

            La expresión habitudinal de las estructuras vivientes se expresa en las características de independencia y control sobre el medio. Ello supone de base las categorías adecuadamente diferenciadas de locus y situs. Este es el ámbito de lo héxico o modo de haberse el animal con lo que le afecta en su quedar (—estar—) ante él: 'ni que decir tiene que cuanto más vivo sea un ser viviente tiene más independencia del medio y más control específico sobre el medio [...] una estructura viva [...] no es una estructura sustancial. Los seres vivos, los organismos, no son sustancias: son estructuras. Estructuras materiales [...] pero son estructuras'(EDR 66).

            La idea de «medio» es clave para entender en su complejidad esta «héxis» o habitud en la dimensión que Zubiri le da al nivel de la constitución de las realidades vivas. De ahí su insistencia en la categoría de «situación», solamente en virtud de un lugar que ocupa un viviente pueden definirse situaciones para él. Y en su virtud decimos que las cosas que rodean a un viviente no son simplemente un entorno suyo sino algo completamente distinto: 'son un medio para él. Es el medio  del ser viviente. El electrón tiene entorno. Lo que no tiene es medio'(EDR 168)[38].

            La idea de formalización aparece en este contexto en toda su virtualidad.

            La unidad estructural humana la describe Zubiri como una unidad de psique y organismo, donde la psique es una psique-de, y el organismo es un organismo-de: 'el hombre no es psique «y» organismo, sino que su psique es formal y constitutivamente «psique-de» este organismo, y este organismo es formal y constitutivamente «organismo-de» esta psique'(SH 49).

            Ese «de», ya sabemos que es indicativo de toda la entidad tanto de

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la psique, como del organismo en sus notas constitucionales, es lo que entendemos por «sistema».

            La virtualidad del sistema se descubre en la propia actividad. Las notas constitucionales son irreductibles entre sí, y sin embargo forman una única unidad. O dicho de otra manera, es la unidad estructural como principio de acción. Esta unidad, como de suyo, da de sí en su propia posesión según sea la índole de sus notas constitucionales. La nota conocida del hombre, esta intelección sentiente en su actividad primaria, se muestra aprehendiendo, determinándose por esta aprehensión y sintiéndose satisfecha, o insatisfecha por esta aprehensión desde la unidad estructural o sistémica con lo orgánico: este es el núcleo de la actividad humana que podemos llamar «héxico». La unidad estructural es formal (no es asunto de mezcla, o combinación de contenidos, o mera especulación conceptiva) y por ello es principial en el despliegue de actualidad, desde cuya posicionalidad es posible la unidad de acción: 'la índole de las estructuras, en efecto, se manifiesta en su tipo de actividad [...] Toda la imaginable complicación de estímulos estimúlicamente aprehendidos, jamás daría el menor atisbo de realidad, del «de suyo». De ahí que las notas psíquicas de la estructura humana sean esencialmente irreductibles a las puramente orgánicas'(SH 57).

            Si consideramos la actividad humana con referencia a eso que llamamos «hombre», podremos afirmar que «el hombre» responde al tipo de «vida» que respecto a lo orgánico transciende en el organismo a lo meramente orgánico, según la expresión zubiriana que 'transcender es ir de la estimulidad a la realidad' (SH 59). Es la estructura del de- de notas-de: organización es formalmente la precisa posición estructural de cada nota, sea físico-química o psíquica, respecto de todas las demás. Cada nota es «nota-de» posicionalmente determinada. Organización es un momento del «de»(cf.SH 61). Este momento de organización muestra una cierta compacticidad que fundamenta una especie de «solidez», es la solidaridad del constructo humano psico-orgánico, el momento de solidaridad del «de». La unidad de los momentos de organización, compacticidad y solidaridad constituyen la «configuración» de eso que llamamos la corporeidad. Y esta corporeidad es principio de actualidad del hombre.

            Esta corporeidad lo que actualiza o fundamenta es precisamente la presencia de la materia: 'la materia tiene en el sistema de la realidad humana una función de presencialidad, de actualidad física. Es lo que llamo soma [...] El soma se funda en la corporeidad'(SH 64).

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            Las notas físico-químicas del constructo humano quedan así descritas en los tres caracteres indicados de «organismo», «configuración de partes físicas» y «corporeidad». Bien entendido que adquieren la categoría de notas (o expresión del de- de notas-de) por formar parte del sistema: 'son organismo, configuración de partes físicas y soma por ser momento material de ese sistema organizado, solidario y corpóreo que es nuestro sistema psico—orgánico' (SH 65).

            Pues bien estos caracteres estructurales son los que determinan la habitud radical humana que Zubiri califica como 'la manera fundamental de enfrentamiento del hombre con las cosas'(SH 65), y que constituye la razón de la descripción zubiriana del hombre como «animal de realidades».

            Es importante ver esta organización solidaria, unidad estructural humana como principio de actuación. Actuamos en función de la organización solidaria de nuestas notas psico-orgánicas. Pero desde el punto de vista de la realidad que somos hay mucho más y si se quiere «prius», que es nuestro modo de quedar o estar presentes; actuemos de una manera o de otra.

            La presencia es manifestación del «estar», y el estar del hombre es actualidad, y esta actualidad es algo muy concreto, es la corporeidad como expresión de nuestra propia realidad como «de suyo»: 'toda vida es actualidad «física» en corporeidad, y toda corporeidad es actualidad «física» de carácter vivo, pero son momentos distintos [...] La actuación de un hombre es cuestión de vida organizada y solidaria. Su presencia ante otro es, en cambio, cuestión de corporeidad'(SH 63).

            El carácter o nota de «apertura» tiene un primer momento radical: antes que abierto a otra realidad, esta apertura hace referencia a la apertura a la propia realidad; esto es esencial.

            Esta apertura a la propia realidad supone que hay un comportamiento hacia la propia realidad. Es la primera manifestación de la habitud humana, es la «realización» de la propia realidad. Naturalmente que esta posibilidad estará en función de los otros momentos de la apertura ( el de alteridad, p.e.).

            En el momento aprehensor de la inteligencia sentiente quedamos «enfrentados» con lo otro en cuanto otro, es el momento de realidad como sabemos. Esa aprehensión no es algo neutro, conlleva el momento de atemperamiento a la realidad. Por eso podemos decir que el hombre es

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un tipo de realidad que por su habitud se actualiza como siendo inteligente, volente y afectante. Y a su vez siente la realidad en las cosas, aprehendiéndola, tendiendo a ella y atemperándose a ella[39].

            Este atemperarse a la realidad como tal realidad puede tener y de hecho tiene la actualización de eso que llamamos la belleza, el bien y la verdad. Es un asunto de actualidad de realidad[40].

            La  opción de respuesta estará ajustada tanto a la propia realidad como a las realidades otras en la medida en que la fuerza aprehensiva de lo real, en inteligencia sentiente, me tenga retenido en lo fruente de lo aprehendido: el mommento héxico, o habitudinal está en la posesión (retención en el orden operativo) del «de suyo» de lo que me impresiona.

            Es la nota de «suidad» la que expresa este momento estructural del dinamismo de apertura de la realidad propia: es por una parte la posibilidad de una estructura clausurada y a su vez la posibilidad de poseerme a mi mismo en el orden de la realidad. La Inteligencia es como habitud, la que hace posible la subsistencia de la realidad humana como realidad (cf.SH 117).

            La opción considerada desde este fondo estructural, es un momento de la situación del «estar» en la realidad y para poder persistir en ella. Es un asunto de situación, es algo primario a la realidad humana como tal: 'la apertura a las cosas reales está constitutivamente inscrita en la apertura a la propia realidad. Sólo en, por y para la situación real es por lo que el hombre se abre a la intelección de las cosas, a la opción entre ellas, y se atempera a ellas [...] Hacerse cargo de la realidad es determinar la manera como voy a estar en la realidad temperadamente. Por esto es por lo que toda acción humana es formalmente «realización» [...] Hacerse cargo de la realidad es estar abierto a la manera de estar en la realidad. No sólo es aper

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tura de la acción, sino algo mucho más hondo: apertura de la sustantividad'(SH 71).

            Es la unidad intrínseca del sistema la que hace posible el principio de actividad, no hay sujeto subyacente al modo aristotélico, p.e.

            El modo de haberse es suficiente: 'el hombre no se hace cargo de la realidad «además» de vegetar y sentir, sino que se hace cargo de la realidad «necesariamente». Y esta necesidad está determinada por el constructo psico-orgánico en su totalidad'(SH 74).

            La concreción del «de» de notas-de, está en la unidad diversa de sus propios caracteres: 'toda nota es «de», ante todo posicionalmente; en segundo lugar, es «de» solidariamente; y, en tercer lugar, es «de» corporalmente. Los tres caracteres del sistema constituyen la concreción del «de» y son los que determinan el ámbito de la diversidad de las acciones del sistema'(SH 76).    

            Puede decirse que cada hombre es un «cuerpo de realidad», primero porque está ahí, y porque en la propia sustantividad se expresa «la» realidad en que cada uno está: somos cada uno «el lugar de la realidad»[41] (cf.SH 79).

            Cada nota expresa pues el modo de ser actual en la realidad. La inteligencia (—la más cercana a los análisis filosóficos—), como la «mera actualidad» de realidad. El conjunto orgánico, en la gama cuasi infinita de los atemperamientos a la realidad, que las ciencias de la naturaleza estudian con tanto esfuerzo. La totalidad de la sustantividad humana en su «estar» como momento de la unidad mundanal y su actualización fragmentaria en todos los esbozos racionales, en los que continuamente «divertimos» nuestra actividad intelectual.

            A medida que la consideración de la diversidad de las notas constitutivas psico-orgánicas van quedando comprendidas en nuestros análisis, una idea se pone de manifiesto, la dominancia alternativa de unas notas sobre otras en el mantemiento del equilibrio vital y en la dimensión posesiva de nuestra propia realidad.

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            En la consideración de la autoformación de la unidad estructural progresiva y formal de las estructuras psico-orgánicas, Zubiri habla en un momento dado de la actividad pasiva: 'no es «ejecutar» sino «ir realizándose» por determinación a la onda a que se pertenece [...] en esta onda se va configurando la hiperformalización cerebral ([...] disponibilidad neuronal), y por tanto la necesidad de hacerse cargo de la realidad'(SH 86).

            De ahí que cuando el hombre tiene que hacerse cargo de la realidad: 'no lo hará con «la» inteligencia, con «el» sentimiento, con «la» voluntad, sino con «esta» [...] intrínsecamente cualificada, y moldeada o modulada. Y esta cualificación es recibida en actividad pasiva dentro de la onda de su sustantividad, dentro de la dominancia de las notas físico-químicas y determinada por éstas' (SH 85).

            Es importante ahora hacer referencia al concepto estricto de comportamiento. Está en función del decurso de las acciones y no de los actos (cf.SH 89). El acto es sólo momento de la acción. Las acciones se especifican por la diferencia de las actividades y sobre todo por el modo de actividad de las notas. La acción es unidad de actos. Desde esta perspectiva es necesario insistir en otro aspecto de la nota atendiendo a su función.

            La nota en su dimensión talitativa tiene como dos funciones. La función en potencia, por la que está ordenada a la acción. Y la función como principio, por la que la nota está ordenada a la constitución de la sustantividad en cuestión. De ahí que toda estructura, como tal, es sistema de principios (cf. SH 91).

            Si tomamos concretamente el organismo, aparte de sus funciones potenciales de actuación en el orden de la cualidad orgánica tiene una función de carácter principial: 'hacer orgánicamente que la sustantividad exija hacerse cargo de la realidad de la situación para realizarse'(SH 93).

            Desde el punto de vista transcendental es función de la inteligencia, y de ahí la inconclusión como expresión de nuestro modo de quedar ante las diversas posibilidades de realización de la propia realidad como aprehensiva, tendente y atemperante. Desde este punto de vista la inteligencia se constituye en su ámbito héxico como principio de realizabilidad.

Esta función transcendental vista desde la voluntad como habitud resulta que es la determinante de la propia forma de realidad. Y lo mismo hay que decir del sentimiento como atemperamiento a la realidad:

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'el sentimiento es principio temperamental de inconclusión [...] talitativamente sentimiento es momento estructural de tonicidad en lo real. Transcendentalmente, es principio de estar en la realidad como temperie'(SH 94).

            Esta exigencia supone positivamente la entrada en función de otro algo que pone en funcionamiento un primero en su función propia: la exigencia de adaptación del sistema nervioso p.e., a la capacidad intelectiva de más aperturalidad. Los principios de compenetración constitutiva de la propia sustantividad se ven expresados por la concreción de la línea de las potencias: 'la concreción de un organismo mentalizante, o de una inteligencia sentiente, o de una voluntad tendente, o de un sentimiento afectante'(SH 101).

            Desde el punto de vista de los principios (las notas en su dimensión principial), Zubiri concreta en cuatro determinaciones lo que llama la figura de realidad: 'realizanda, realizable, realizada (optativamente), realmente atemperada, son flexiones cuya unidad es justo el carácter de la propia realidad como ordenada a la realización [...] ser «co—principios» significa que cada uno lo es sólo respectivamente a los demás [...] Co—principialidad es respectividad del principio en el orden principial'(SH  98).

            Esta circularidad principial es lo que formal y estructuralmente hace posible la determinación de las notas orgánicas que exigen un mayor atemperamiento a la realidad de lo síquico para un mejor funcionamiento p.e. neuronal; y una aprehensión intelectiva en sus diversas reactualizaciones exige un funcionamiento óptimo de la estructura cerebral.

            Esta especie de intercomunicación estructural es expresión de la auto-posesión de la propia realidad. La fuerza que tenga ese autós nos pondrá de manifiesto la figura propia de la realidad humana.

 

5 Apertura y comunicación.Ambito de habitud.

 

            Las notas constitutivas de un ser vivo se reducen a elementos físico-químicos. La unidad de esas notas comporta (al revés por ejemplo de

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una piedra) una forma de estar en la realidad que llamamos vida. Ese modo de estar es un modo de poseerse. En el hombre esta posesión tiene el carácter de la formalidad del «autós». Esta formalidad determina el modo «de implantación en la realidad».

            Zubiri distingue en el «todo real» dos momentos: 'el momento de tener tales notas: es la talidad. Y el momento de tener forma y modo de realidad; es un momento que técnicamente llamaría transcendental, pero designando con este vocablo no un concepto sino un momento físico' (HD 23)[42].

            Desde aquí es desde donde hay que considerar el momento de realidad en cada cosa real como el momento de «más», como el momento de la apertura, y éste es un momento físico de comunicación. Qué significa esta comunicación. Es una comunicación que se expresa en la multitud posible de actualidades que una realidad puede tener en virtud, no de sus actuaciones (éstas cuando menos son sucesivas), sino en virtud de su estar como sistema abierto (en el caso del hombre lo es por la inteligencia sentiente), suyo y respectivo.

            Nos encontramos con el dinamismo de la realidad propiamente tal. El hombre siente sobre su propio actuar la presencia de lo real que se deja poseer en el estar actuando, o en el simple estar de su forma personal de ir siendo.

            Esta posesión como momento habitudinal, supone en las cosas un momento de deseabilidad. Es una aptitud de la cosa, la de convenir. Las cosas quedan como deseables. El acto que desde mi se produce es la preferencia con la que expreso el valor de la cosa. El ámbito de preferencia es ámbito situacional donde las cosas adquieren los matices de preferendas, preferibles y preferidas, i.d. se vuelven recursos para mi propia realidad que necesita «hacerse»: 'si las cosas crean al hombre una situación es porque le ponen en la necesidad de tener que realizar esa doble y unitaria operación de inteligir y preferir para poseerse en realidad. Las cosas nos fuerzan a ello, y por eso se convierten en «instancia» [...] Esa articulación entre la realidad y la instancia es la que hace, para los efectos de una situación, que las cosas se conviertan en recursos'(SH 641).

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            La situación humana se especifica por este carácter abierto en su trato con las cosas. De las cosas tomo lo real, precisamente aquello que las hace cosas para mí. Esto me deja en situación de trato con lo real, y es lo real lo que me fuerza a preferir, y la realización de esta preferencia es posesión y esa posesión va más allá del acto como tal de posesión, es modo de haberse, es estado héxico.

            Esta situación conlleva la continua definición de la propia vida. Este ámbito héxico se nutre por decirlo así de la capacidad que tengo y voy adquiriendo en el trato con lo real de las cosas, de la invención y consiguiente realización de «posibles»: 'la vida tiene inexorablemente una forma, porque desde sí mismo el viviente está en situación. La posibilidad es la forma concreta de autoposesión en el hombre. No se vive porque se ponen en juego las posibilidades, sino que el inventar posibilidades es algo que acontece porque se vive y para seguir viviendo'(SH 581).

            Desde un punto de vista estructural nuestro modo de vida es posesivo. De ahí que la primera actividad de «la inteligencia» no sea representar, sino aprehender, o tener 'presente lo aprehendido como un «de suyo». Es el mero estar presente del «de suyo», es decir mera actualización de lo real como real en la inteligencia sentiente. En definitiva, el hombre tiene tres tipos de notas: el hombre vive, siente y intelige sentientemente. Y la unidad intrínseca y formal de estas notas constituye el sistema de la sustantividad humana'(HD 39).

            La actividad humana es siempre y necesariamente unitaria en la unidad psico-orgánica de todos sus actos, y ello porque cada nota tiene posición funcional. Esta posición expresa la unidad sistemática en las notas fisico-químicas del organismo. Llama Zubiri a este organismo desde el punto de vista de la unidad posicional, subsistema por lo de la insuficiencia constitucional, frente a la insuficiencia a su vez del subsistema de las notas psíquicas. La unidad estructural de los dos subsistemas es el fondo estructural humano.

            Esta unidad de notas organizadas y solidarias es lo que llamamos cuerpo y funciona como principio de actualidad (o de presencia) del hombre en el Universo. La actividad del hombre es por ello creadora del ámbito héxico necesario para su vivir, es creación de realidad, o de posibilidades realizandas y realizadas. Este ámbito va descubriendo en la actualización intelectiva de la razón lo radical de la vida como capacidad de auto—posesión (cf.SH 581).

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            El término de la habitud radical humana es ser persona (auto—posesión): ante la persona, las cosas adquieren la formalidad de realidad como posibilidad, la accionalidad es co—posibilidad: 'poseerse no significa simplemente continuar siendo el mismo, que es lo que le acontece al animal, sino que poseerse es ser su propia realidad. La sustantividad humana es eo ipso persona. Persona es justamente ser «suyo». No es simplemente ser «de suyo»'(EDR.222).

            Este haber llegado a la intimidad (cf.EDR 224) y el volver desde ella hacia las acciones humanas, constituye el ámbito del modo de haberse el hombre con las cosas, con las demás realidades y consigo mismo como realidad, en repliegue sobre sí misma y en continua apertura a lo otro y a los demás: 'la persona no puede ser lo que es (en el caso del hombre) más que personalizándose, es decir: dando de sí mismo como persona algo que es una personalidad. Y el dinamismo de la suidad no es otra cosa sino el dinamismo de la personalización'(EDR 225).

            A este nivel estructural de la constitutividad humana, la propia realidad en su respectividad radical se siente dominada por la realidad en cuanto tal, de la que necesita para y en su trato con las cosas y desde la que realiza las experiencias de mayor inserción en el «más» de cada cosa real. Esta experiencia es encuentro con lo real en el fondo habitudinal de las posibilidades humanas. Zubiri lo llama la religación al poder de lo real (cf.HD 96).

            A medida que el ejercicio de la actualización intelectiva nos va «aclimatando» al trato con lo real de las cosas, ello nos fuerza a tomar nuevos modos en la configuración de nuestra propia realidad. Diríamos que aquí entra al primer plano del análisis lo radical actualizado de la realidad. Para Zubiri esta radicalidad se expresa como «voluntad de verdad».

 

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6 Verdad y voluntad.Voluntad de verdad:momento esencial

 de la habitud humana.

 

            Parece que hemos ganado ya la expresión de «ámbito» como expresión para «la realidad», no sólo de las cosas como realidades, sino también como el ámbito de mis posibilidades para el ir configurando la propia realidad.

            En este trato con las cosas surge el modo como me «acerco» a ellas. Si la inteligencia es una «habitud», Zubiri tiende a que nuestro trato con las cosas viene en origen determinado, precisamente por el modo cómo las cosas quedan ante mi y cómo yo me he respecto de ellas; es la constitución del medio. Esta posicionalidad mantenida es lo radical de eso que llamamos la voluntad. El estar en lo aprehendido como tal aprehendido, es nominalmente estar en la verdad. Para Zubiri la voluntad de verdad surge en un momento determinado para expresar el modo de vivir el hombre en su actitud intelectiva radical respecto del conocimiento de Dios (cf.HD 244). Pero por lo que a nuestro tema atañe, no cabe duda que el optar desde la realidad sentida conlleva tres momentos definitorios de la voluntad como modo de haberse: 'la volición es última y radicalmente la determinación de una posibilidad como modo de mi ser'(HD 243). Querer las posibilidades es apropiárselas, es el momento de apropiación. Esta apropiación supone una opción ante la diversidad de posibilidades. Es el momento de opción. Pero como mi vida necesariamente se hace desde la realización de posibilidades: es el momento de forzosidad:

 

                        'forzosidad, opción, apropiación: he aquí la estructura formal del paso de las posibilidades a la realidad actual'(HD 243).

 

            Habría que decir que eso que son las posibilidades constituye el contenido de la realidad en su actualización para el hombre. El carácter intelectivo de esa actualización es la verdad. De ahí, la voluntad de estar en la verdad: tal vez sea la expresión más radical que se pueda acuñar del modo de haberse el hombre con la realidad.

            El proceso orgánico en su desarrollo por decirlo así natural, hace posible la capacidad psíquica del ser humano y con ello la viabilidad del hombre y de la especie.

            Pero hay una nota que en su accionalidad hace que la estructura humana de de sí hacia cotas de realidad que no son tan naturales, en el sentido de lo que tradicionalmente se entiende por potencias naturales. Llama a ello Zubiri, «la apertura a lo mental».        Este ám

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bito de apertura es muy determinado, es la opción de posibilidades y el carácter específico de lo optativo que ya no depende de las facultades naturales como tales. La opción pone un punto de realidad precisamente con eso que venimos llamando «la apropiación» de posibilidades.

            Habría que decir que estamos en el ámbito propiamente humano. No es que haya una especie de estratos de funcionamiento, es la apertura psico-orgánica la que funciona intelectiva, voluntaria y sentimentalmente (ámbito héxico). 'Se trata —dice Zubiri—, de que todo el quimismo no es, desde la concepción, sino tan sólo un momento, pero un momento esencial, formal y constitutivo de una única y unitaria actividad psico-orgánica del sistema, actividad en la que la dominancia accional, que hasta ahora era orgánica, se torna después en dominancia accional de lo psíquico. Es cuestión tan sólo de dominancia'(SH 514).

            El momento de dominancia es momento de habitud y decisivo para entender cómo la vida del hombre se hace desde la opción que comporta el hecho de que «realidad» es de por sí algo inespecífico: 'querer cada cosa real es sólo querer «una» posibilidad entre otras de estar en «la» realidad [...] no hay complicación ninguna de especificidad actual que por sí misma pueda abrir el ámbito de una posibilidad'(SH 516).

            Tenemos así que la «inespecificidad» es apertura activa a lo que específicamente queremos ser. También que el campo de realidad es «inexorablemente» campo de opción (esta idea ya salió en la actualidad intelectiva del campo de realidad). El hecho de la inconclusión de nuestros impulsos es lo que hace posible este ámbito de la realidad como inespecífica.

            La opción es algo prendido de nuestra habitud de sentir realidad. Podríamos decir que el <pre> de la preferencia es la presencia de la habitud en la opción. De ahí que la voluntad, radicalmente, sea una habitud. Podemos afirmar que 'el campo de la realidad abierto en y por el equilibrio dinámico de los impulsos, es un campo constitutivamente activo, es «campo-actividad», o si se quiere, «actividad de campo» [...] El hombre ciertamente no puede hacer todo lo que pudiera querer, pero tiene que hacer algo de lo que quiere hacer dentro de lo que puede. Y este querer hacer es una especificación de la actividad cerebral [...] Yo no muevo mi brazo ni por mi voluntad, ni con mi

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voluntad, sino que lo muevo «voluntariamente», cosa esencialmente distinta [...] Mi voluntad quiere «cerebralmente» y mi cerebro determina su respuesta «voluntariamente». Son dos momentos de una sola actividad'(SH 535).

            Las posibilidades son siempre de algo. Esta respectividad supone, en términos zubirianos, el momento de oblación afectando a la realidad en cuanto ofrecida. Es momento héxico, supone por ello el momento de aceptación y decisión: ahí se realiza la «apropiación».

            Esta apropiación ¿qué pone de manfiesto?, pues un poder: 'solamente hay poder cuando hay posibilidad decidida. Por esto lo que positivamente constituye el término objetivo de un acto de voluntad es conferir poder a algo. Aquello que yo quiero se apodera de mí [...] imponerse no es arrastrar, pero es algo más que ofrecer: es estar ahí como poder, como poderosidad incoada. Son las vidas de los demás en tanto que poderes incoados dentro de la vida mía. En el haber de la habitud está inscrito formalmente en cuanto alteridad el poder'(SH 316).

            Este momento de alteridad está visto aquí como expresión del poder. Pero el poder es posible porque hay habitud previa. El poder indica sólo presencia de realidad que presiona, y por ello el hombre tiene que tomar posición ante el poder...desde su propio sistema de habitudes, cuyo contenido siempre será la capacidad de saber realizar posibilidades (cf.SH 317).

            Las cosas nos exigen estar en la realidad que ellas mismas nos presentan. Pero en ese darnos realidad, nos dan más de realidad que lo que ellas tienen de real. A esta convulsión de realidad llama Zubiri «enigma», precisamente por lo desconcertante del poder de la realidad que se transparece y se oculta en el «más» de realidad de la cosa real.

            La aprehensión de este poder es la fuerza de la realidad sobre nuestro modo de habernos con las cosas, es lo posesivo de la realidad, es el sentido profundo del sentirnos poseidos por la realidad, es el «de suyo» de la realidad que nos retiene en su estar constituyente de nuestra propia realidad, y que no por ser propia deja de ser enigmática: por eso precisamente porque nos vamos haciendo desde el poder de lo real. Cuanto más se opta por «la» realidad en lo real de las cosas más enigmáticamente experimentamos la presencia del poder de lo real.

            En la radicalidad de la vida humana nos encontramos con el despliegue de la voluntad en el proceso intelectivo y de opción, pero no como

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algo abstracto o teorético, sino como lo que Zubiri denomina la voluntad de verdad, como expresión de la voluntad de vivir (cf.HD 280).

            Es el ámbito de la fundamentalidad, de la fundamentalidad como la actualidad de realidad en dirección de la opción más radical. Es lo que Zubiri llama la experiencia teologal, por referencia al poder de lo real (ámbito en el que está planteado 'la versión al problema de Dios'[HD 108]).

            En la búsqueda del fundamento vamos indagando nuevas maneras de aprehender el poder de lo real en el modo cómo las cosas (en el sentido más amplio de su significación: mi propia realidad, los otros, los acontecimientos, etc.) quedan actualizadas en las dimensiones estructurales de la verdad real: 'la verdad real es ante todo ostensiva de realidad [...] algo es real si responde a lo  que promete [...] fidelidad [...] Tratándose del hombre, verdad es seguridad [...] verdad real lo que efectivamente está siendo [...] efectividad [...] La voluntad de verdad es intrínsecamente y «a una» manifestación, fidelidad y efectividad'(HD 107).

 

 

7 Lainquietud y la voz de la conciencia:expresiones

 indicativas de la habitud humana.

 

            Fundamentalmente eso que la expresión popular enuncia como la inquietud de la vida, hunde su raíz en lo enigmático de la realidad que hemos descrito. Para Zubiri la pregunta radical humana sería «¿qué va a ser de mí? ¿qué voy a hacer de mí?». 'El hombre puede deslizarse sobre esta interrogación, pero el deslizamiento es justo un modo de vivir la inquietud. En el otro extremo, la inquietud puede ser angustia [...] Hay otra manera de vivir la inquietud: La preocupación [...] Hay una forma más elemental pero inexorable [...] ocupación'(HD 100).

            A este nivel de tarea corriente, adquiere especial relieve la realidad a la que responde, «la voz de la conciencia». Para Zubiri la voz de la conciencia responde al modo como de alguna manera (—pero muy determinada—), cada cual va «camino» de su propia realidad:

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'lo que la voz de la conciencia dicta como algo que emerge del fondo de mi propia realidad, es justamente una forma de realidad que he de adoptar'(HD 102).

            Expresamente Zubiri insiste en la expresión de «voz» como un modo concreto del «hacia» de una intelección sentiente[43]. Esta concreción como tendencia se resuelve siempre en la determinación de la forma de realidad que hay que adoptar en cada momento: 'esta determinación es justo lo que constituye la volición [...] la unidad intrínseca de tendencia y determinación real es pues una volición sentiente'(HD 104).

            La volición realizada actualiza inexorablemente el momento de atemperamiento a la realidad: es el modo de haberse «sentimentalmente» con las cosas en virtud de la realidad sentida.

 

 

 

8 'Qué es sentimiento': Presencia de la habitud en ese estado

 (modo de haberse....sentimentalmente).

 

            'Sentimiento [...] no es formalmente una tendencia, sino algo más elemental [...] la forma en que uno «está»; es estado [...] el sentimiento no es tendencia sino estado'(SSV 331)[44]. Este estado pertenece a la intimidad, o si se quiere es lo que hace posible la configuración de eso que llamamos la intimidad. Zubiri la describe como 'el momento de suidad que va afectando a todos los fenómenos en cierto nivel de la vida del hombre'(SSV 332).

            La expresión de que el hombre «tiene que hacerse cargo de la realidad», indica la radicalidad de eso que Zubiri viene llamando habitud, o modo de haberse el animal humano con el medio (—ámbito héxico—), y que se constituye precisamente por el modo de realidad que llamamos viviente, en sus concreciones habitudinales del nutrirse, sentir e inteligir,

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como funciones biológicas. Al ser medio humano la realidad estimulante o no, nos fuerza, como sabemos, a hacernos cargo de la realidad. Ello comporta primordialmente «sentir—la»[45]: 'el sentimiento es un modo de estar, pero de estar en la realidad, de sentirse en la realidad'(SSV 333).

            Para Zubiri sentimiento es 'el principio tónico de la realidad'(SSV 334). El hombre tiene sentimientos afectantes. O dicho de otra manera, la realidad nos afecta en su poseernos.

            La inquietud que nos despierta la cosa en su afectarnos nos va llevando de su realidad a «la» realidad, que como vimos se actualiza intelectivamente y por ello nos arrastra. El término de nuestra determinación (la tendencia volitiva), es quedar en un estado determinado de fruición (dice Zubiri, para aclararnos que es satisfacción [o insatisfacción] de realidad, y no sólo estimúlica: el hombre se siente satisfecho, a parte de sentir satisfacción).

            Hay que recordar ahora que habitud y actualidad son una estructura[46], i.e. de su despliegue se puede apreciar, que la realidad se actualiza

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intelectivamente, como presencia de su mero estar. El arrastre de este estar hace que yo opte por esa formalidad de realidad que me configura, y consiguientemente quedo atemperado a ella de una manera determinada. Sentir realidad es sentirme poseido por una forma de realidad...y que yo también la voy poseyendo en mi propia configuración.

            Los sentimientos nos transforman, ¡cómo no!: la fuerza de los sentimientos consiste en el impacto que me produce el «de suyo» de la cosa en su quedar ante mi...afectándome: y esto es algo héxico, no cabe duda.

            Entiendo que la habitud es lo que hace posible captar la realidad en sus distintos modos de actualización, ahí está la cuestión fundamental: 'y estos modos, precisamente por ser de actualidad, son modos de la realidad misma de las cosas, califican a la realidad misma' (SSV 339).

            Si nos fijamos concretamente en la modalidad habitudinal de la temperie, topamos con esta magnífica formulación: 'el hombre es el único animal que no puede determinarse sino a la intemperie, es decir, en el cielo raso de la realidad. [...] los sentimientos son principios tónicos de realidad, de estar afectados por la realidad. Pues bien, rigurosamente lo que son es principio temperamental [...] Son principios tónicos de realidad; es atemperarnos a la realidad, la cual entonces es actualizada formalmente como temperie'(SSV 342).

            En esta estructura de posesión—actualidad, si consideramos al sentimiento como contenido concreto, eso que Zubiri llama fruición será la manifestación del modo como nos tiene poseidos la realidad actualizada.

            Posesión hace referencia al modo cómo la realidad queda en la impresión del sentir humano. Su «actualización» es la categoría que expresa esa quedar. En su consideración como «mera» actualidad responde a la idea de inteligencia. En su actualidad plena, por decirlo así, responde a la idea de «ser»: ser es para Zubiri la actualización de realidad en cuanto tal en su unidad radical o mundanal. En el constructo de realidad, la nota de respectividad da cobertura conceptual a esta realidad descrita. En su concreción a los seres vivos, diríamos que responde a la formulación de «habitud», traduciendo el término griego eÀxiV que indica la posesión que engendra un estado dinámico, cuya expresión es la acción (o sistema de-), determinada y orientada. De ahí que Zubiri la aplique al «modo» como el animal se ha con las cosas y consigo mismo para la viabilidad de la propia existencia.

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9Apropiación, felicidad, bien: ¿la apropiación como esencia de la

 habitud humana?.

 

            «La apropiación de posibilidades» hemos visto que es la capacidad que radica en la estructura humana para la tarea del hacerse la vida en el «hacia» de su autoposesión: es la esencia del hacerse persona.

            A este nivel de radicalidad hay que colocar eso que llamamos la felicidad: hace relación directa a lo que aspiramos a conseguir, y que tiene su fijación en la propia tendencia del ser humano, en el estar sobre su propia realidad para situarse, o salir con éxito de las situaciones que tiene que afrontar. Considerando esta descripción desde el punto de vista del «estado» que implica, sería el modo de quedar en el que se colman (siempre en apertura), los rasgos de la propia figura por la apropiación de las posibilidades, que puedan ser consideradas como buenas para mí. Este «bonum» se identifica con la felicidad en cuanto posibilidad apropiada.

            Este proceso descrito responde a la estructura de la inteligencia sentiente en la consideración unitaria del hombre: 'en la felicidad va envuelta la realidad entera del hombre no sólo por lo que tiene de complacencia y de sentiente, sino también por lo que tiene de inteligente, porque el hombre es unitaria e indivisamente inteligencia sentiente: de ahí que es una realidad que no puede realizarse sino es determinando la figura de su propia realidad en tanto que realidad'(SH 403).

            El momento de «posesión» —momento fruitivo de la felicidad—, pertenece formalmente e intrinsecamente a la estructura de la inteligencia sentiente y ello porque: 'la inteligencia, en tanto que sentiente, es posidente y vidente, y no solamente ve lo que tiene delante, sino que lo posee y tiende a poseerlo, por eso nos encontramos con la fruición. La fruición no es una complacencia subjetiva, junto a la cual la inteligencia viera o actuara, sino que es la visión posidente y la posesión vidente de la realidad'(SH 405)[47].

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            Apropiación y felicidad parece que se refuerzan por decirlo así, mutuamente. Sigamos adelante con este análisis siempre en el ámbito héxico en el que nos encontramos.

            Para Zubiri el buscar la felicidad no es una mera constatación (recordando en esto las posturas de Platón y de S.Agustín [cf.SH 406]), sino que el hombre 'inexorablemente tiene que buscarla, porque esa situación de búsqueda pende esencialmente de que, en la menor intelección, en el menor hacerse cargo de la realidad, el hombre está ya sobre sí'(SH 407).

            Esta estructura del «estar sobre sí» pertenece al hombre en cuanto inteligente: es la raíz de la capacidad del enfrentamiento humano. Zubiri llama a este estado el «estar en forma buena» como algo por una parte indeterminado, problemático por tanto, pero que tiende a ser determinado en la apropiación de una posibilidad concreta. De ahí que eso que llamamos bienestar venga a ser lo concreto de la fruición que se experimenta en la posibilidad realizada. El problema por tanto, dice Zubiri, está 'en averiguar cómo se determinan el bien y la felicidad en esto que llamamos bienestar'(SH 406).

            Colocándonos en la consideración de «la posibilidad». La apropiabilidad estará en función, en concreto, de la felicidad apropiada que ya poseemos, de ahí vendrá el «poder» de apropiación de unas posibilidades sobre otras: 'son las unas más apropiables que las otras en el sentido de la felicidad que van a posibilitar y de la cual reciben todo su poder'(SH 408).

            Esto es importante, el carácter de «apropianda» que determina ese más o menos de posibilidad de apropiación, viene a definir la situación humana real y concreta. Y esta definición lo que determina es la posibilidad que tiene más capacidad o poder de ser apropiada, y consiguientemente de mantener el estado de felicidad. Para Zubiri aquí radica el deber: 'el deber no es una posibilidad entre otras, sino aquella que es más conducente a la felicidad del hombre. Más conducente, tiene un carácter superior al de pura posibilidad, pero es un carácter que le viene de una posibilidad apropiada, de un poder'(SH 409).

Ni que decir tiene que este carácter es la fijación héxica que hace posible el ámbito de la realidad posibilitante de la vida humana. Aquí en

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traría la determinación de lo «moral» como apropiación. Zubiri lo afirma expresamente (cf.SH 407).

            Así el bienestar en concreto depende de la capacidad de apropiación de las posibilidades desde la posibilidad ya apropiada, o sea de la felicidad tenida (el momento de posesión es primario).    Hay una ligazón -si se quiere hablar así-, del hombre en forma apropiada (y por ello moral), a la propia felicidad: 'por estar ligado a ella, está obligado a unas posibilidades, las cuales son las unas más apropiadas que las otras, y por consiguiente, son en distinta medida debidas a la felicidad'(SH 411).

            En el análisis de la apropiación está el momento de elección. En principio cuando el momento de elección pasa a primer plano en la consideración de la apropiación de posibilidades, estamos ante la voluntad: 'el apropiarse por elección las posibilidades es aquello en que consiste formalmente el acto de voluntad, la volición'(SH 141).

            Considerada la voluntad como una habitud, es un momento más en la estructura héxica de la realidad humana: pertenece a la índole del haberse con las cosas. En un texto sintético si los hay, resume Zubiri la estructura de la voluntad en el ámbito de las tendencias humanas. Es la voluntad como la unidad de apetencia, determinación, complacencia y fruición: 'la unidad de estos tres aspectos es lo que constituye la grandeza y la finitud de la voluntad humana. Ninguna volición hay en el hombre que no sea apetitiva; ninguna determinación que no se apoye en apetitos y tendencias; ningún amor que para realizarse como pura fruición no necesite poner en juego tendencias y determinaciones'(SH 142).

            Podríamos decir que estamos como atisbando lo que sea la condición moral del hombre en su verdadero ámbito de realidad.

            La apropiación de posibilidades tiene como tres momentos, el momento de apetencia, el de decisión y el de complacencia: la acción concreta de esto es el querer. De ahí que el concepto de posibilidad se resuelva en la concreción de la 'unidad radical de los fines y de los medios'(SH 143).

            Así la apropiación es como una segunda naturaleza, por hablar así. Esto no se le ocurrió a los griegos. El concepto de «ousía» se agotó en las

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propiedades que surgían de la physis. Hay propiedades tan propias como las psico-físicas. Y en estas propiedades en nada se connota que sean buenas o malas; lo importante, lo decisivo es que por ser apropiadas, 'hacen del hombre una realidad, además de física, moral. Acostumbrémonos a no identificar el problema moral con el problema del bien, con el problema del deber. El bien es un bien moral, y el deber es un deber moral, que presuponen la condición moral del hombre'(SH 143).

            Se puede afirmar que la apropición en cuanto tal es la forma más radical de la moral. Luego lo bueno presupone lo moral, y lo moral modula y determina el bien: 'por esto no es metáfora alguna decir que el hombre está en buena forma moral, o que está desmoralizado [...] realmente el aspecto psicofísico desgaja el moral, y el moral revierte y configura el aspecto psicofísico'(SH 144).

            En páginas anteriores vimos que la «inconclusión de los impulsos» pertenecía a «lo natural» del modo de ser de nuestra inteligencia sentiente: las tendencias son parte de la libertad en su articulación determinativa del de y el para: 'forman parte intrínseca del propio acto de libertad, y esta es la finitud, la grandeza y la tragedia de la libertad humana'(SH 144). De ahí que la descripción de las etapas de la volición hace que se vaya determinando la libertad como la «cualidad» más exclusiva del modo humano en cuanto humano, de tender y apropiarse de las posibilidades en la vía de la autoposesión, cuyo ámbito siempre será eso que llamamos la propia intimidad: 'La libertad incorporada y la libertad comprometida constituyen los dos aspectos de un fenómeno único [...] que consiste [...] en la libertad del curso de la vida [...] en la figura misma de la intimidad'(SH 150).

            Veamos en concreto esas etapas de la volición:

. Primero, el hombre, abocado por el juego de sus tendencias, se ve movilizado a querer. Esa movilización es previa a la voluntad, es la 'patía'.

. Segundo, el hombre se percata inmediatamente de si es bueno o malo aquello que las tendencias proponen: la situación de alerta. Desde el síndrome de alarma hasta las actitudes de emotividad agresiva, pasando por la mera advertencia y el mero cuidado mental, la estructura de la alerta y de la vigilancia puede ser muy distinta.

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. Tercero, una como disposición previa optimista o pesimista.

. Cuarto, es el momento de expectación, que transcurre entre los dos extremos del sosiego y la tranquilidad, y el de la ansiedad disparada, desde la que se cree que todo es accesible por el mero hecho de que se quiera.

. Quinto, un momento de urgencia que no es volitiva, sino puramente vital, la urgencia de tener que decidir.

. Sexto, distintas capacidades de decidir.

. Séptimo, el momento de firmeza, autonomizado como tal momento, que en el orden de la volición marca la diferencia entre volente y voluble, no pende exclusivamente de la voluntad, sino también de la complexión de las tendencias, que constituyen la voluntad.

. Octavo, el momento de complacencia o satisfacción.(cf.SH 147—148).

            Entreverado a través de estos momentos de la volición ve Zubiri el asentamiento de la libertad como 'el último rasgo modal que va configurando el último aspecto de la intimidad personal, en la que el hombre va desplegando y construyendo su propia personalidad [...] Después de querer, lo querido se incorpora, se incrusta en cierto modo en la naturaleza volente que ha querido. Y esta incorporación es lo que desde un punto de vista moral constituye la realidad auténtica del hombre'(SH 149).

 

 

 

10 Estructura de lo 'cada cual' y la apropiación:

            ámbito de la habitud.

 

            La apropiación afecta a la vida de cada cada cual de una manera, digamos que intrínseca. Por la apropiación de posibilidades vamos configurando nuestra propia personalidad. Ahora, esta apropiación es la vía única de cómo los demás entran a formar parte de nuestra propia vida, y esto es inevitable.

            Todo acto vital se desarrolla estando en la realidad. Pero ese «estar» en la realidad es todo un proceso de actualización 'de lo que hay en las cosas y de lo que ellas son y, a un tiempo, reactualización del estar efectivamente en ellas en forma de me y de mí'(SH 304).

            Este «me» es apropiación y como tal «engendra» habitud, es el ambito héxico de nuestro propio modo de hacernos la vida realmente. Es decir tengo vida propia por mor de la apropiación, ¿de qué? de la vida de los demás, ¿y cómo?: haciendo 'de la vida de los demás una posibilidad de mi propia vida'(SH 306). Es lo que expresa el «mí». Desde esta reali

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dad quedo constituido en «cada cual» para los demás y ellos para mí[48]. 'La apropiación —dice Zubiri—, consiste formalmente en que hago de la vida de los demás una posibilidad de mi propia vida'(SH 306).

            Es importante, llegados a este punto del análisis de la «apropiación», examinar aquellos aspectos de la sustantividad humana que forman unidad metafísica con esta apropiación, y que en su constitutividad como «nota» son de naturaleza físico química.

            Zubiri afirma que la «hominización» 'es una estricta potencialidad de la materia'(SH 474). Estas potencialidades de la materia son clasificadas por Zubiri en potencialidades de transformación, de sistematización, de génesis, de evolución animal y de elevación.

            Algo de los dinamismos de la realidad dijimos en la Introducción. Lo interesante ahora para nuestro tema es fijarnos en las potencialidades de «elevación». Zubiri las define como las potencialidades 'de hacerle hacer a la materia desde sí misma lo que por sí misma no podría hacer'(SH 476). En este caso concreto, el de la hominización, la elevación consiste en «corporeizar» la psique y en «siquizar» el cuerpo. Es una elevación estructural en el sentido más puro de la idea de estructura zubiriana, la unidad cuyas notas son analizadoras de su propia unidad. La unidad es un «prius» respecto de cada nota. Naturalmente esto es algo físico y su traducción la hace Zubiri con toda claridad: 'como las estructuras de la célula germinal son las que por elevación hacen la psique, la hominización es una estricta potencialidad de la materia'(SH 474).

            La característica de la elevación es que la materia haga lo que por sí no podría hacer, por ejemplo inteligir[49]: 'no podemos decir que la materia intelige, sino que la materia hace inteligir materialmente. La materia da de sí la intelección, pero no por sí misma, sino por elevación. Por elevación, intelige. La materia elevada, esto es el hombre, intelige'(SH 476).

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            Hay una unidad radical constitutiva de la animalidad: es la unidad biológica del sentir, de la afección y de la tendencia. Ahora, el hombre tiene inteligencia sentiente, el sentimiento es afectante y la voluntad es tendente. El hombre es formalmente y constitutivamente animal (cf.SH 479).

            Esta animalidad humana como tal tiene una concreción a nivel de «ser». Ser es actualidad, como sabemos, en la filosofía de Zubiri. El «yo» es la actualidad de la realidad personal. Es la expresión de la actividad de la forma radical de hacerse persona. Es centro de integración. La descripción definitoria del yo por Zubiri, pone de manifiesto ese ámbito héxico en el que se hace posible la vida humana en cuanto humana: 'la concreción del yo es intrínseca y formalmente la unidad concreta de una realidad abierta a su ser, a su yo, desde su propia animalidad y constituido formalmente por ella, la actividad humana en orden a la constitución de mi yo es la actividad integral de un animal de realidades que constituye ese yo en tanto que actividad unitariamente animal y personal, es decir, en tanto que «humana»'(SH 481).

            A este nivel, la actividad que hace posible el iniciar toda actividad humana que como tal, quede fijada en nuestra configuración propia, es el pensamiento, de ahí que el pensamiento sea una actividad sistemática, i.e. posee un momento intelectivo y otro momento, u otros fisico-químicos: 'de aquí se sigue que no hay una actuación de la psique sobre el organismo, ni de éste sobre aquélla, sino que hay siempre y sólo la actuación de un estado integral psico-orgánico sobre otro estado integral psico-orgánico, es decir una actuación de un estado «humano» sobre otro estado «humano»'(SH 483)[50].

            La formulación zubiriana «animación-célula germinal», quiere expresar lo que sea la «vitalidad» (cf.SH 497). Zubiri entiende que en el origen, en la célula germinal está ya lo psíquico; el cerebro lo que hace es 'autonomizar hasta cierto punto la fase accional del psiquismo'(SH 489).

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            El esfuerzo mental que percibimos en cualquier operación, aun la más simple de las fijadas, como una suma sencilla de dos y tres cinco. El estar inteligiendo esto con evidencia a pesar de ser mental, es sin embargo algo que cuesta trabajo, y que posee por tanto todos los caracteres físico-químicos y biológicos del trabajo (cf.SH 493).

            La actividad humana en su unidad sistemático estructural es para Zubiri eso que clásicamente ha venido en llamarse facultades, y que él también emplea como tal término. De ahí que diga que la inteligencia como tal sea sólo potencia en el hombre, y que tiene que «estar facultada» para actuar, i.d. tiene que funcionar en virtud de una unidad estructural, concretamente su estructura sentiente: 'y éste es un logro genético. De ahí que la facultad de intelección es, en tanto que facultad, un resultado de la génesis'(SH 504).

            Esta génesis quiere expresar el proceso psico-neuronal en su entero y completo desarrollo. Su culminación es el cerebro, pero bien entendido que el que se complete en el cerebro no quiere decir que la «sensación» se produzca en el cerebro: 'la sensación no se produce donde termina el proceso, sino cuando termina el proceso. El sentido de una frase no está completo más que cuando se lee o escribe la última sílaba. Pero esto no quiere decir que el sentido está «en» esta sílaba o se produce en ella. La sensación se está produciendo «durante» el proceso entero, porque consiste en este mismo proceso y no es sino lo «completo» de este proceso. Sentir es pro indiviso un proceso psico-neuronal'(SH 531).

            La vida del hombre se determina en formas y modos de realidad. Es lo concreto del «estar». De ahí que la unidad estructural en la que consiste la sustantividad humana sea el «prius» de las unidades accionales que nominamos como sentir, impulsar, inteligir, optar y ejecutar.

            He aquí el ámbito héxico, el medio humano, que transcendentalmente es mundo como ámbito —si queremos en otra expresión (que Zubiri reserva para la actualización intelectiva)-, mundo sentido. Bueno, pues por lo que respecta a este momento del análisis podemos decir que estas fases enumeradas de unidad accional son siempre 'la acción de un estado psico—orgánico sobre otro estado psico—orgánico'(SH 538), y la actividad cerebral neuro-funcional, que es inespecífica, encauza los impulsos allí donde se de la opción en lo inespecífico de la realidad.

            Los impulsos son necesarios para que haya control. Para que se de el «querer» como «quiero» efectivo, es ineludible el control de los impulsos

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como posibilidad, la realización de esta posibilidad tiene un nombre concreto es «integración»: 'la opción es apropiación de una posibilidad de ser, y la apropiación como acto de una actividad psico—orgánica es concretamente integración'(SH 540). Y esta integración no es integración nerviosa, y por otra parte integración de estados psico-orgánicos, es «integración personal»: 'la integración personal no es mera apropiación, sino apropiación naturalizante en y por una actividad psico—orgánica superior'(SH 541).

            Estamos tocando lo radical de la estructura «posesión—actualidad». La configuración consiste en determinar un modo de ser y de actuar en el campo de realidad (cf.SH 542). El cerebro configura la mente y la mente el cerebro. No hay huellas ni de lo psíquico en el cerebro, ni del cerebro en la psique. Si de huellas queremos hablar, diremos que estamos ante una expresión metafórica de el ámbito héxico, que indica el modo de quedar de las acciones que configuran nuestro modo de habernos para el logro de nuestra propia auto-posesión.

            Como culminación del proceso, así lo formula Zubiri: 'en esta integración culmina toda nuestra actividad; la inconclusión de los impulsos nos ha llevado a la conclusión del modo de ser de nuestro ser personal. Es el proceso concreto que va desde la sustantividad como mera personeidad en el plasma germinal hasta la constitución de la personalidad, del yo'(SH 544).

            Al estar hablando de la apropiación de posibilidades como ámbito estructural de la habitud, se puede perder de vista algo que es precisamente constitutivo de la tal apropiación, la presencia de los otros en mí y de mí en los otros. Es lo que Zubiri llama la «alteridad»: 'precisamente la conjunción de una necesidad interna con la ayuda que aportan los demás, es la unidad radical en que se constituye la alteridad'(SH 307).

            El hombre como animal de realidades, dice Zubiri, es más porque está en un cuerpo social. En el ámbito de la habitud, los actos siempre serán del individuo que es quien los ejecuta, pero la connotación héxica está en que los ejecuta colectivamente: 'en forma modal es como la colectividad actúa en la héxis de alteridad, y lo que cada uno de los que cooperan a una función aporta a los demás, es el

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precipitado de unas posibilidades, para que el acto de cada cual pueda estar en un nivel superior'(SH 310).

            En contra de lo abstracto del espiritu objetivo a la manera hegeliana, las posibilidades o bien emergen de uno mismo, o de los demás como posibilidad mía, es lo constitutivo del cuerpo social (cf.SH 311).

 

11 La estructura de la convivencia

 

            Para Zubiri el con de la convivencia expresa el nexo en que queda el hombre por estar vertido a los demás (cf.SH 246).    Normalmente ello es lo que ha dado pie a las formulaciones habituales de animal político, ciudadano, etc.

            Las concepciones al uso desde los griegos, hasta las clásicas de Hobbes y Rousseau, dependen siempre de las hipótesis que las han hecho posibles. El «homo homini lupus», que parte de la suficiencia del individuo, y por lo tanto debe defenderse del otro, de ahí que el nexo social sea como el estatuto de la defensa del individuo. En la hipótesis de Rousseau, por contra, la suficiencia del individuo se potencia por la voluntad de querer todos lo mismo, es la idea del contrato social, la sociedad como contrato social. En la filosofía de Zubiri siempre es la radicalidad[51] la característica específica, de ahí que busque una hipótesis que postule una posición, si vale la expresión, más estructural.

            Para Zubiri los individuos en sociedad no actúan por decirlo así como individuos «sustantes o sustantivos», 'sino modalizados en tanto que cada cual'(SH 248).

            Lo social en cuanto tal, es algo principial en la vida del individuo[52]: 'cuando el niño emerge a su primer acto intelectual se encuentra con que esa unidad está ya realizada. Abierto el niño de suyo a una necesidad de amparo, son los otros los que la han cerrado: la unidad del fenómeno es la unidad entre una necesidad y una ayuda'(SH 252).

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            El hombre es de suyo un ser que se vincula a los demás, pero no como resultado de una decisión que podríamos llamar voluntaria, no, son los demás los que determinan esa vinculación como modo. He ahí el ámbito héxico. Zubiri lo descubre «negativamente» en el echar de menos: 'el echar de menos es la vivencia radical negativa de toda forma de vinculación. Al echar de menos el hombre se siente disminuido'(SH 255).

            Lo positivo de la vinculación viene dado desde la misma estructura de la inteligencia sentiente como habitud. Las acciones de los demás las capto, las aprehendo no como otras que yo, sino como mías; sólo en el proceso de maduración del propio individuo irá apareciendo en su campo de realidad la realidad de los otros, en cuanto tales otros u otros yoes.

            Esta influencia de los demás en el origen de mis vivencias va configurando esa héxis, o habitud con que Zubiri nomina lo que normalmente entendemos por mentalidad: 'el espíritu social no piensa ni intelige; es puramente la figura del haber inteligido y del haber pensado. Y por eso la mentalidad no es un acto de pensamiento; es el modo de pensar y el modo de inteligir que tiene cada cual, precisamente afectado como modo por los demás. Ahí está el momento formal de la héxis'(SH 263).

            Esta mentalidad que para Zubiri es «un haber», abarca naturalmente lo que entendemos como un modo de vivir, una manera de entender la vida. Cuando exteriorizamos nuestros «pensamientos» precisamente en el sentido que solemos decir de la mentalidad propia, esta exteriorización hace posible algo mucho más grave en el sentido filosófico y que amplía el horizonte del ámbito héxico a cotas muy sugestivas, se trata de la tradición: 'tradición, en el sentido etimológico de dar, entregar. El hombre vertido a los demás se encuentra no sólo con un haber en forma de mentalidad; se encuentra también con un haber en forma de tradición, pero tradición estrictamente humana'(SH 265).

            Tradición es entrega, esta entrega tiene valor constitutivo. Esto se comprende si vamos a la consideración de las dimensiones de la tradición.

            La tradición es «constitutiva» «continuativa» y «prospectiva»: 'son tres dimensiones de un fenómeno único que es la traditio, la entrega como dimensión real y física, y no simplemente como acto meramente intencional de referencia'(SH 268).

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            No se trata tanto del contenido de lo que se entrega cuanto de la forma de entrega: es el modo de estar en la realidad, como algo ya terminado, pero distinguiendo que lo propio de la tradición es el modo de entrega, se entrega un modo de «haber determinado». Qué duda cabe que ello va a condicionar un comportamiento determinado en los individuos. Pero el haber, lo héxico ya «está» fijado en el individuo concreto por tradición. La categoría de actualización es fundamental en esta cuestión[53].

            El que sea continuativa, es fácil de comprender ya que la tradición lleva consigo una función biológica: normalmente se transmite de mayores a jóvenes. El carácter prospectivo viene determinado 'por la forma misma del tradere, porque aquel a quien se da es constitutivamente distinto en sus situaciones. La tradición misma es la que responde, por su propia realidad, a lo que el hombre pide de ella'(SH 267).

            ¿Cómo afecta esta transmisión al «habiente», al que recibe la tradición?, es lo que llama Zubiri la «funcionalidad social». Esta funcionalidad puede tener múltiples manifestaciones. Zubiri señala como tres líneas: 'la primera línea son los otros hombres en tanto que son hombres; es decir, la alteridad meramente plural'(SH 268).       Es el fenómeno de la «comunidad» en un principio como una pluralidad mía, y en su despliegue de actualidad como ya formando esa neutralización de mi ego por los demás, hasta establecerse esa convivencia entre mi individualidad y la colectividad de los demás: 'aquí la héxis adquiere un carácter especial: uno depende del otro; es la idea de la solidaridad. Esta idea de la solidaridad se encuentra como héxis orlada por el conjunto de hombres que no forman parte de ella, que son los demás'(SH 269).

            Cuando la colectividad no sólo desempeña una función colectivizante del individuo, sino que éste se enfrenta positivamente con la función como tal, tenemos la «institución», es la institucionalización de la función: 'pluralidad, colectividad y institución son las tres líneas fundamentales de la funcionalidad de la comunidad'(SH 269).

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            Si la funcionalidad (entendemos como tal la capacidad operativa del momento de tradición) se dirige no a la comunidad sino a la persona, tenemos la «comunión»: es la compenetración de las personas. Tiene el momento primario de la «distancia»: 'sin que coincidan formal ni materialmente la distancia y la compenetración, sin embargo la compenetración se constituye en la línea de la distancia'(SH 270).

            Las formas de esta compenetración personal van desde el amor sexual hasta la amistad. Lo que es importante como conclusión es que la unidad entre la comunidad y la comunión, en la manera descrita, constituye eso que llamamos la sociedad humana. El momento de habitud y el momento de tradición son los determinantes de este fenómeno de la convivencia humana.

 

 

12 La «entrega» y el ámbito héxico

 

            En el tratamiento del problema de Dios y de lo que sea la religión desde una consideración institucional[54], creo que hay aspectos que sólo desde la perspectiva de un ámbito héxico se pueden comprender, y al mismo tiempo diríamos, que se aclaran conceptos que hemos ido vertiendo a lo largo de esta cuarta parte.

            Para Zubiri la «fe» es una entrega, o mejor la experiencia de una entrega de persona a persona por lo que esta persona tiene de «verdad». No vamos a entrar en ello, pero sí aprovechar la carga que supone para el hombre el planteamiento de esta entrega en su situación vital.

            De hecho la entrega es una actitud que afecta a la totalidad del hombre. Podríamos decir que estamos tomados por la realidad, la poseemos y nos posee. La versión a los demás es una actitud radical del individuo por el mero hecho de tal; es algo estructural.       

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            Estamos vertidos a los demás, y los demás nos afectan. Esta afección imprime en nuestro espíritu un modo de haberse con las cosas determinado por el modo de ser de los que coexisten con nosotros:

             'a este modo de habérselas con las cosas es a lo que los latinos llamaron habitudo y los griegos eÀxiV: un modo de habérselas con las cosas. En la medida en que es una eÁxiV, es distinta de los individuos; pero en la medida en que es una  eÁxiV, no está fuera de ellos'(PFHR 96).

            Esta «héxis» tiene sus direcciones de realización. Si la otra persona me afecta en cuanto persona (es la situación del creyente respecto de Dios), la entrega por mi parte engendra un modo de haberme con Dios y que responde al espíritu religioso concreto, según la vía religiosa en cuestión (de ahí que los Padres griegos hablaran de la «deificación» como una «héxis»[55]). Pero puede -dice Zubiri-, 'que me afecte no tanto por lo que tiene de persona, sino por las cualidades que realmente tiene esa persona, independientemente de que sea persona. Entiendo aquí por persona la realidad sustantiva cuyas propiedades son formalmente suyas. Si se prescinde de que sean suyas, ese sistema entero de propiedades me está afectando en una eÁxiV en que la otra persona interviene despersonalizada'(PFHR 97). Es el perfil histórico que queda fijado en mí en virtud de los otros. La religión como institución no se libra de esta estructura, está incrustada en un cuerpo social, qué duda cabe (cf.PFHR 98), pertenece al haz de posibilidades con las que puedo y tengo que hacerme la vida.

            Hay una estrecha relación entre el sistema de habitudes y la tradición: 'el hombre que nace se encuentra con una cosa estatuida: esa es la religión en que ha nacido. Y ese estatuto es precisamente lo que expresa el vocablo y el concepto de tradición.'(PFHR 100).

 

                 La participación en una fe común (tradición y entrega) es lo que responde a la realidad de la e©klhsi¿a, o «comunión de personas», tal como vimos en el apartado anterior. Yo diría que la experiencia religiosa se constituye y mantiene sobre un sistema de habitudes que hace posible la

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entrega de la persona a la verdad personal de Dios allí donde la experiencia del poder de lo real arrastra al creyente a la realidad absolutamente absoluta —Dios—, como fundamento de su propia realidad suelta de todas las cosas.

            Cuando la entrega se hace —por decirlo así—, a mi propia realidad, como expresión última de lo real que de mi se ha apoderado, diría que estamos ante el fenómeno, cuando menos del agnóstico, o del ateo. Pero por lo que respecta al planteamiento del modo de haberse, la estructura héxica es idéntica: el modo como los demás dejan en mí, en tradición, eso que Zubiri llama «la funcionalidad del poder de lo real» (cf. PFHR 129).

            El modo de habernos, supone la presencia de un poder. Este poder cuando se «enfoca» hacia la divinidad, aparecen las expresiones que en la historia han sido —o todavía lo son hoy—, como actualización de la realidad de la divinidad incrustada en el espíritu humano, a la manera de una «héxis».

            A modo meramente ilustrativo, resumo a continuación la síntesis que Zubiri enumera al respecto:

1) Un poder transcendente; lo que todavía llamamos «el Altísimo».

2) Un poder vivificante, en el sentido de que preside los ciclos en que la vida se va produciendo.

3) Un poder de separación de las formas de las cosas: el paso del poder de lo real como separación de las cosas a la entidad subsistente que las produce.(cf.PFHR 130)

4) Un poder de germinación. De ahí surge la idea de la Tierra madre, de la diosa Tierra.

5) El poder de lo real como un poder de organización de los seres vivos. De ahí apareció el culto al árbol, en cuanto se adscribió al árbol esta idea de la genealogía.

6) El poder del éxito de la cosecha, especialmente en las civilizaciones matriarcales.

7) El poder de lo real vincula a los hombres entre sí. Aparecen el dios de la familia y el dios de la tribu. Esto es claro en los nombres teóforos de los semitas: Abiyah, «mi padre es Dios»; Ammiel, «mi tío es Dios»; Ajiyah, «mi hermano es Dios», etc...Además de los lazos de sangre, la divinidad vincula a los hombres por vínculos de soberanía.(cf.PFHR 131)

Aparecen también los dioses vinculando a los hombres por el contrato. Varuna no es solamente en la India un dios del cielo, es también un dios que lo ve todo, que lo sabe todo y que es entonces el guardián de todos los contratos.

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8) El poder de lo real es el poder del nacimiento y de la muerte.

9) El poder de lo real no solamente vincula a los hombres, sino que además los defiende. Los dioses guerreros —el «Yahweh de los ejércitos»—.

10) Es un poder que fija el destino...la Moira...

11) El poder que constituye la unidad cósmica. Aparece la diosa Rta de los Vedas, la Di¿kh en la religión griega.(cf.PFHR 132)

12) El poder de lo real es el poder sacralizado. Es la personificación del sacrificio como entidad suprema, por ejemplo con la identidad del atman con el brahaman en la especulación brahamánica.

13) Es un poder que lo llena todo...en el sentido concreto de la atmósfera,...los iranios hicieron de Zwasa, la atmósfera, una divinidad importante.

14) Es el poder del tiempo indefinido, el Dios eterno que decían los hebreos. (cf.PFHR 133).

            Estas expresiones son una buena muestra de la mentalidad con que el hombre ha ido plasmando el modo cómo el poder de lo real le configura como realidad suelta de las cosas, y religada a ese poder en cuanto absoluto, en su verdad fundante de toda realidad posible, y que puede llegar a ser «objeto» de adoración.

 

 

13 Ambito héxico y Poder

 

            El poder aparece en el ámbito de lo héxico. Ya sea en forma de posibilidades, ya como atracción, o inpelencia. Zubiri cuando habla del cristianismo, entiendo que así se expresa, por ejemplo cuando quiere dar una explicación del modo como Cristo perdonaba los pecados, no lo hacía en nombre de Dios —por decirlo así—, lo hacía en primera persona: «yo te perdono», o «perdonados te son». Al ser una prerrogativa exclusiva de Yahweh, curiosamente 'actuó precisamente en virtud de un poder personal de perdonar los pecados'(PFHR 248).

            Siente el poder de Dios, o a Dios como poder en su modo de haberse. De ahí también ha de entenderse cómo la entrega sólo se puede dar a este nivel héxico o habitudinal (de ahí que teológicamente pueda decirse que es un «don»).

            Esa entrega en la radicalidad de la alteridad divina —es también evidente—tiene el momento héxico de lo «posibilitante», y lo posibilitante es sede de «poder».

            La entrega es momento de eso que llamamos «amor». En el análisis de la relación «extática» del Hombre y Dios, Zubiri tiene descripciones

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 que explicitan ese ámbito héxico, a mi manera de ver, de una manera que no deja lugar a dudas[56].

            Si considero la realidad sustantiva del hombre desde la actualización que supone el «yo»: el yo como tal, tiene siempre la connotación del «yo-mismo», es la presencia de la intimidad. El ámbito de la intimidad, es lo central de la autoposesión, el momento de ser «mío»; es lo último de mi ser, es lo refluente de mi propia realidad que tiende a realizarse en «la» realidad.

            Desde la perspectiva de esa «la» realidad, que me atrae y me impele en última instancia hacia mi propia realidad, siempre en expansión hacia la factura de mi propia personalidad, habría que afirmar que estamos dinamicamente en la realidad, ¿haciendo qué?, pues la propia vida «con» y «desde» «la realidad». A este fenómeno radical llama Zubiri el momento de «religación»: 'los tres momentos de ultimidad, de posibilitación y de imposición caracterizan a la realidad como algo que no soy yo —mi Yo—, pero que, a pesar de no ser Yo y de ser lo más otro que nosotros, puesto que nos hace ser, constituye paradójicamente lo más nuestro, porque lo que nos hace es ser en la figura del propio ser sustantivo [...] La realidad como última, como posibilitante y como imponente es aquello que constituye la religación'(PFHR 40).

            La realidad se expresa a estos niveles por su nota de «respectividad», de ahí la radical unidad del hombre en su religación a «la realidad»: la unidad mundanal de la realidad en cuanto realidad es algo concreto, tan concreto como la cohesión que da el poder de lo poseido como real.

            Estamos ante lo que Zubiri llama «la deidad» como expresión del poder de lo real. Hay que distinguir el poder como condición dominante de lo real, del poder de la causalidad, que es la funcionalidad de lo real en tanto que real (cf.PFHR 43).

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            Bien, pues esa «deidad» hay que considerarla formalmente como un ámbito héxico, sede de un poder, que Zubiri describe como último, posibilitante, e imponente(o impelente).

            No hay por una parte realidad, y por otra poder. Es la realidad en su condición de poder: 'la deidad no es nada distinto del mundo y de la cosas reales. Pero sí es esa condición que las cosas reales tienen, por el mero hecho de ser reales, de tener un dominio las unas sobre las otras, y todas ellas sobre el hombre, y el hombre sobre las demás cosas: es la realidad en su condición de poder'(PFHR 44). Y esto es tan concreto que Zubiri ve en la historia de las religiones nada menos que la huella de lo que en su interior puede y va experienciando el hombre de lo que aquí venimos nominando como el ámbito héxico, que posibilita (y nunca mejor dicho en el sentido de «poder») nuestras acciones vitales: '[...] la historia de las religiones [...] ha sido el lento y progresivo camino por el que el hombre ha ido actualizando ante su mente esas complejas dimensiones que posee el poder de la deidad.[57]'(PFHR 45).

            En el trato «intelectivo» con este poder de lo real, el hombre ha ido actualizando racionalmente eso que es la transcendencia.

            En el apartado anterior vimos la «huellas» de la divinidad, si se quiere de una manera mítica, pero real. Será bueno ver resumido también algunas de las visiones racionales que hasta nosotros han llegado y que actualizan el poder de lo real en su transcendencia:

            'El hombre ha ido cobrando de una manera elemental esta intelección del poder de la deidad como algo transcendente [...] ha expresado de una manera elemental pero estricta la idea de la transcendencia por la idea de lo alto

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            [...] Ese poder transcendente es un poder no sólo altísimo, sino además grandioso [...] esta transcendencia [...] además tiene una cierta identidad [...] El poder de la deidad [...] es un poder en cierto modo vivo.'(PFHR 46)

            'El poder de la deidad nos aparece en cierto modo como algo cíclico que va flotando sobre todos los eventos que constituyen el nacimiento y la muerte de las cosas. [...] además es la fuente de todas las cosas, especialmente de las cosas vivientes.

            [...] Es, además, un poder de fundamento solidario de las cosas reales [...] La vida como una organización de cosas.

            [...] Es el poder del éxito [...] el poder de la deidad es el poder del futuro.'(PFHR 47)

            'El poder de la deidad es un poder que domina los dos hechos polares de toda existencia, de toda cosa real, y especialmente de los seres vivos; el nacimiento y la muerte.

            El poder de lo real es el poder que dirige a la colectividad [...] Por ejemplo, en la religión de Israel, Yahweh, que se caracteriza por la firmeza y la fidelidad de su pacto.

            El poder de la deidad, el poder de la realidad en cuanto tal, es el poder del destino. Moi¿ra, le llamaron los griegos; Nabú, le llamaron los babilonios.

            El poder de la deidad rige eso que llamamos la unidad del cosmos. Unidad no sólo física, sino también moral. Los hombres pertenecen precisamente a ese cosmos. Y esa unidad físico—moral es lo que llamaron los griegos Di¿kh; y que en los Vedas se llamó Rta. Se ha traducido muchas veces por justicia: me parece absolutamente falso. Hay que traducirlo por justeza'(PFHR 49).

            Bellas páginas si las hay, que ponen de manifiesto esa «diafanidad» metafísica de la filosofía de Zubiri.

            Habitud y poder definen (en el sentido griego del o¨ri¿zein), el ámbito de lo héxico y que me atrevería a afirmar que puede considerarse como formulado en la estructura de  «posesión—actualidad».

            Entonces lo primero que habría que afirmar después de todo lo dicho sobre la deidad —poder en el ámbito de lo héxico, y que presupone la realidad estructural del hombre—, es que el hombre como tal, no sólo tiene experiencia de la deidad, sino que es 'la experiencia misma de la deidad en su ser sustantivo'[58](PFHR 53).

            En términos categoriales de actualidad, Zubiri afirma:

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'la religación es la actualización de lo que fundamental y religadamente me hace ser: es la actualización de la poderosidad de lo real, esto es, de la deidad'(PFHR 53).

            Esta religación puede estar expresada en la propia conciencia; el oir la voz de la conciencia es algo físico (la lógica vendrá siempre después). Es un fenómeno de religación expresado en este «escuchar la voz de la conciencia».

            La congenereidad entre habitud y actualidad en el caso de la deidad, viene expresada precisamente en esa diferencia que Zubiri establece entre la realidad como «nuda realidad» y la realidad como actualizada, ya sea en la inteligencia (expresa en la voz de la conciencia, o en construciones racionales si cabe), ya sea en la globalidad de la propia realidad de cada cual. Es importante este aspecto porque pone de manifiesto cómo la realidad actualizada (en este caso la «deidad») siempre es asunto abierto, y por otra parte nunca agotará las posibilidades de la «nuda realidad». Y lo que hace diáfano esta distinción es precisamente el «poder» de lo real en su manifestación «enigmática»: 'esta diferencia entre la deidad y la nuda realidad no es una mera sutileza conceptual. La deidad, en efecto, se halla presente en las cosas de dos maneras distintas. Una, por así decirlo, «completiva»: las cosas son positivamente en su realidad la sede de la deidad; y por tanto religan «atractivamente». Pero hay cosas cuya realidad es «defectiva», las cuales por tanto, manifiestan el poder de la deidad defectivamente; estas cosas religan al hombre «aversivamente» son lo vedado, el tabú [...] La articulación interna de nuda realidad y dominancia [...] Esta articulación es justamente lo que el idioma griego llama aiÄnigma'(PFHR 59).

            Esa congenereidad viene en ultimo término expresa en lo «dominante» del poder de lo real: 'poder es la condición de lo real en tanto que real por ser dominante'(PFHR 61).

            Este «arrastre» sólo se da en los seres vivos, como posibilidad. Este arrastre es una forma de poder. Ya vimos cómo este poder queda actualizado en la conciencia: 'la conciencia no nos dice cuál es, pero ella consiste en la resonancia de ese fundamento que está agitándose en el seno del espíritu humano'(PFHR 65).

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            Esta especie de «palpitación sonora del fundamento», marca la posibilidad para el hombre de ir tejiendo su modo de haberse con las cosas en la configuración de la propia realidad, pero en un auténtico orden metafísico (en el sentido de su comprensibilidad), de la realidad actualizada: 'en la voz de la conciencia nos encontramos con que, en la resonancia de ese fundamento, no es un fundamento exclusivamente humano, sino que es el fundamento de la realidad en cuanto tal; es decir, van envueltas todas las demás cosas, cualquier realidad que sea'(PFHR 67).

            El poder de lo real —la deidad—, como tal, remite constitutivamente a su propio fundamento, esta remitencia se actualiza en el hombre como voz de la conciencia, es el modo más radical de sentir realidad en un «hacia» caracterizado por la orientación en «profundidad», o de carácter fundamental. Esta situación de actualidad le hace decir a Zubiri: 'no existe diferencia alguna entre vía humana y vía metafísica para ir a Dios. Eo ipso, no hay más que un camino, el estrictamente metafísico, que  en el caso del hombre se pone en juego por la voz de la conciencia, y que abarca en su totalidad las realidades que nos circundan'(PFHR 68).

            Esto llevaría al análisis de lo que significa la verdad de una religión, —no es nuestro tema—[59]. Pero sí recordar a nivel de planteamiento más general que la verdad real y la realización de posibilidades, suponen en la filosofía de Zubiri el ámbito de lo héxico. Es decir, que la inteligencia como mera actualidad de lo real, es una habitud, cuya unidad en despliegue va dando de sí todo este orden héxico, o modo de haberse con las cosas desde la realidad sentida. A su vez tendrá que ir quedando claro que eso que llamamos el estar poseidos por la realidad, que nos arrastra hacia nuestra propia realización, y el sentirlo como presencia del poder de lo real, actualiza un ámbito que hemos llamado héxico, precisamente por su capacidad de hacer posible nuestro modo concreto de ser.

 

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14 El decurso vital y la 'duración':    nivel estructural.

 

            Para Zubiri el carácter vital de la vida no está en la «duración» a la manera de una unidad distensiva, según Bergson (cf. SH 546). Esta duración supone aquello por lo que se dura: 'la duración en el sentido de una distensión dinámica supone la dureza, la interna consistencia de aquello que va a durar, y esa interna consistencia es lo que podemos llamar la retinencia'(SH 547).

            Lo mismo vale para la idea dilthayana del sentido, la unidad de sentido como característica de la unidad de la vida. Pero esta unidad de sentido ya supone la vida de quien la posee. El mismo Dilthey puntualiza que la vida es vivencia en cuanto a su inmediatez.

            En ese sentido del «mi» de mi vivencia, va Zubiri a puntualizar para darnos su punto de vista. Para Zubiri no hay inmediatez en esa mi vivencia o vivencia mía, sino más bien una forma medial. En el caso concreto de la contemplación de un cuadro, me encuentro viendo el cuadro. En ese «me» se actualiza una realidad. Es la remitencia a una realidad de quien es la tal vivencia (cf.SH 550).

            Estas sucesivas remitencias, de la duración a la «retinencia», del sentido a la vivencia, de la vivencia al «me» que la posee, y de esta posesión a la situación que hace posible la acción vital concreta, nos vemos situados en el orto de la realidad vital.

            Entramos así en el decurso vital, ese desarrollo en el que consiste la vida, y que Zubiri hace partir de un «medio» concreto.          Se parte si se quiere del movimiento, pero simplemente del estar en movimiento. Ese «estar» se concreta en el medio: 'sin el cual la vida humana ni podría estar en movimiento, ni siquiera existiría. En el caso del viviente, quien está en movimiento es una sustantividad caracterizada por la independencia en el control del medio'(SH 552).

            Así se pueden empezar a comprender expresiones de Zubiri en su determinación de lo que sea la vida: 'vivir es poseerse en pura sustantividad' (SH 552). Es una fórmula que encierra en sí como la unidad de las «remitencias» arriba enunciadas.

            Vamos a detenernos en la descripción de la estructura que metafísicamente responde a ese irse desarrollando lo vital del hombre[60].    La sus

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tantividad como unidad de suficiencia de realidad, será la que determine el tipo de posesión en el que consista la vida concreta: 'para un organismo material es conservarse, adaptarse. Pero la posesión real y efectiva de la propia sustantividad no acontece formalmente más que en el hombre'(SH 553).

            Desde una situación concreta y siempre poseyéndose en función de algo que no sea el propio viviente: la respectividad es nota estructural de toda realidad intramundana. Este modo de realidad afecta a eso que llamamos movimiento, y cuanto más vital, más nos movemos para poder seguir viviendo. De ahí que la vida se despliegue como en una tensión dinámica. Este despliegue en su dimensión estructural tiene como 'tres fases cualitativamente distintas: el hombre nace, discurre por la vida y muere a la vida'(SH 554).

            El nacimiento, desde esta perspectiva del decurso vital, supone un venir al mundo «desde»: 'la desvinculación de la madre y la vinculación al mundo'(SH 555). Es como una fase término, cuyo comienzo está a su vez iniciado en sucesión de continuidad de la vida de los padres en la vida del hijo. Zubiri entiende que no hay una cesura ya que en la constitución del plasma germinal somáticamente considerado, está la primera constitución del primer estado de animación: 'no sólo se transmiten unas estructuras somáticas, sobre las cuales y en continuidad con ellas habría una continuidad de vida psíquica, sino que se transmite su primer estado psíquico, que no consiste sino en el estado de animación que el hombre tiene en virtud de esas estructuras'(SH 556).

            Medio y situación vienen definidos mutuamente por lo que lleva al viviente a dar un determinado tipo de respuesta, que reactualiza la situación, y a su vez amplía la condición de medio para la viabilidad del proceso vital de suscitación-respuesta.

            La unidad sostenida de suscitación respuesta es lo que cualifica al medio como bueno para la propia vida en desarrollo. Esta descripción aplicada al seno materno puede seguirse en los pasos de lo vegetativo a lo sensitivo, en lo que Zubiri llama la retinencia de la tensión que va dando de sí la vida incipiente.

            Hay aquí una presencia del tiempo como «ahora» y del espacio vital como dirección, orientación y distancia. Este período de gestación va dando de sí un cuerpo en «movimiento» y cambio situacional:

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'esta sustantividad así afectada por la refluencia de una tensión en una sustantividad que es siempre la misma —de lo contrario habría dos vivientes—, es una sustantividad que al mismo tiempo nunca es lo mismo. Esta unidad de ser siempre el mismo y nunca lo mismo, es lo que expresa la unidad de independencia y control del viviente'(SH 558).

            En este proceso se van estabilizando por fijación las estructuras psicosomáticas, y a su vez se va dando un proceso de liberación de actividades: 'se constituyen órganos específicos de sensación y con ellos aparecen sensaciones estimulantes de tipo diverso'(SH 559).

            A este proceso llama Zubiri proceso automórfico: 'la vida es en esta fase posesión como automorfismo'(SH 560).

            Esta auto-posesión se da sin la separación de la madre. De ahí que el alumbramiento constituya para el recién «la independencia del medio» como una separación. Esa especie de dilatación del medio hace que el animal humano venga a la intemperie: 'indigente y necesitada, la sustantividad del viviente tiene mayor independencia pero con menor posibilidad de control sobre su medio. Esto es lo que inicia la apertura a su mundo'(SH 561).

            Hay como un «desajuste» de sus estructuras a las posibles respuestas adecuadas para subsistir en el medio. De ahí esa especie de reversión, normalmente a la madre, ¿en busca de qué?, pues de sustento y amparo. Para Zubiri el sustento y el amparo son las dos necesidades que imprimen carácter en el ser humano. Hay una reorganización del automorfismo de las estructuras y una adaptación dolorosa al medio. Se inicia el período de formalización que culminará en la hiperformalización.

            El hacerse cargo de la situación pondrá de manifiesto eso que llamamos inteligencia, y su posibilidad de actuación como subsistencia biológica será auspiciada ineludiblemente por la estructura cerebral. 'El automorfismo cobra un carácter distinto: ya no son las estructuras ni los patrones de trabajo los que van a constituir su forma, sino algo cuyo trazado es la vida en el sentido de bios, de «lo que va a ser de mí». El viviente se va a poseer de otra manera. Pero no por eso se dan dos vidas, la psicofísica y la biográfica, sino una sola vida que se posee en forma distinta'(SH 563).

            Así el niño tiene que «aprender» a moverse, no sólo en automatismos sino en movimientos libres y en tanteos de fijación del propio campo per

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ceptivo del mundo exterior. Es importante observar que en todos estos procesos, nunca los realiza el niño solo. Es la presencia de los otros, que llega a niveles cuasi—institucionales de lo que llamamos la educación: 'con la cooperación de los demás, el viviente va aprendiendo lo que es la expresión de sus estados internos, y va confirmando la dirección de sus actividades vitales. El resultado del aprendizaje queda incrustado en el viviente'(SH 566).

            Para Zubiri todo este proceso supone la realidad de un dinamismo integral que se distiende en dos direcciones irreductibles, aunque conjugadas, de prosecución y aversión: 'satisfacción y contrariedad modulan el movimiento de prosecución y aversión con un carácter especial: el de logro o fracaso [...] El automorfismo sigue, pero lo que en la nueva vida hay formalmente de vida no es la posesión de formas, el automorfismo, sino el poseerse en forma de satisfacción'(SH 567).

            Hasta aquí, y a grandes rasgos, ese proceso de conformación de las estructuras psicosomáticas que le van dejando al niño en la apertura de la hiperformalización, o dicho de otra manera, en que va tomando cada vez más presencia la urgencia que tiene de ir buscando respuestas a sus estímulos vitales.

            Este es el punto de necesidad del tener que hacerse cargo de esa realidad, precisamente. Y no es que aquí surja la inteligencia, sino que el modo de buscar esa respuesta es operar inteligentemente, i.d. el modo de sentir del animal humano, y este modo es aprehender aquello que las cosas me dan, y así poder elaborar la respuesta más adecuada a mi forma vital. Ahí está la «realidad»: 'la realidad no se capta a fuerza de intenciones, sino en una estructura noérgica que es el estar mismo'(SH 570)[61].

            El estar en situación supone inexorablemente que nuestra vida tenga su forma. Esta como ya vimos en apartados anteriores, es en el hombre la posibilidad:

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'la posibilidad es la forma concreta de autoposesión en el hombre. No se vive porque se ponen en juego las posibilidades, sino que el inventar posibilidades es algo que acontece porque se vive y para seguir viviendo'(SH 581).

            La consideración metafísica de la vida desde la perspectiva de su decurso, como realidad que es y sentiente, está incursa en el devenir universal.

            La sustantividad como hilo conductor del argumento de la vida hace que el hombre sea primero agente de sus acciones en cuanto determinantes de eso que se llama la naturaleza de cada cual. Autor de sus decisiones en el ámbito de sus posibilidades. Y como toda vida tiene su ámbito de destinación, estamos como enrolados en proyectos no sólo de origen opcional, sino y sobre todo de tipo destinacional que superan las propias opciones y las condicionan, el hombre es también actor de su propia vida: 'ejecución, decisión, aceptación son las tres dimensiones de la autoposesión; expresan lo que es la sustantividad en su triple carácter unitario: agente, autor, actor de la vida. Y esa unidad es lo que hay de vida en el argumento de la vida'(SH 589).

            En esto consiste la definición de la propia vida, es la personeidad que se despliega en la actualidad que suponen las acciones de ejecución, decisión y aceptación. Ello da de sí eso que llamamos la personalidad.

            La estructura que da cobertura metafísica a eso que se llama el decurso vital, viene determinada por la libertad, la temporalidad y la realización; 'su unidad radical expresa el todo de la vida decurrente'(SH 593).

 

15 Habitud y suidad:la esfera humana.

 

            La fórmula de Zubiri, el hombre como «animal de realidades», desde el punto de vista de la habitud humana, y de las estructuras que la hacen posible, puede decirse que se modaliza en la fórmula de, el hombre como «animal de posibilidades».

            La nota de apertura como momento transcendental de la realidad, en el caso del hombre se concreta en la inteligencia:

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'la inteligencia es una nota de lo que el hombre es «en sí», pero en función transcendental esta nota nos abre al todo de la realidad qua realidad [...] La realidad humana es algo en sí, que en sí misma es abierta [...] el surgir precisamente de la esencias abiertas en el seno del Universo, en la respectividad radical en que consiste el Universo, es un modo de surgir que será una modificación del modo como surgen efectivamente las esencias cerradas. Es una modificación de esa evolución' (EDR 208).

            A este respecto es importante recordar ahora que la funcionalidad pertenece a lo estructural de la realidad, es el dinamismo causal. De ahí la causalidad personal, que supone la habitud como modo de haberse con lo real: es el ámbito de la Actualidad, al que responde la estructura radical de posesión—actualidad.

            El término de la habitud humana es ser persona: ante la persona, las cosas adquieren la formalidad de realidad como posibilidad, la accionalidad es co—posibilidad y las construcciones que de aquí deriven constituyen el ámbito de lo histórico[62] (cf. EDR 222-225).

            La nota de suidad hace referencia al «suyo» del «de suyo», es decir pertenece a lo constitutivo de la propia realidad. De ahí podemos afirmar que la habitud, la concreta que fuere (a parte de la radical de la inteligencia), digamos que pertenece a lo metafísico muy centradamente, ya que está en la constitutividad del ser de cada realidad; en el caso del hombre en su personalidad, cuya actualidad es el «yo».

            El yo en su afirmación es propiamente la actualización de un modo de haberse. Y si el tiempo en su estructura metafísica es actualización del ser, en el caso concreto del yo, ese modo de haberse comporta una estructura tempórea, es 'la figura temporal como momento de mi ser'(SH 168).

            El momento cobrado del yo, como tal momento es a su vez expresión de lo dinámico de la habitud, es la expresión de su respectividad actualizada: 'la raíz de esto «cobrado» [...] esta raíz está en que el hombre está siempre psico-orgánicamente determinado, y por tanto la apertura a lo absoluto del ser está siempre y sólo determinada por lo «natural» [...] Por esto es un absoluto cobrado'(SH 170).

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            La habitud como realización estructural podríamos determinarla como realidad, ser e intimidad. Si cada persona es su propia figura, esta figura es la realización de la actividad psico-orgánica que va incorporando nuevas cualidades a mi realidad, que así se va configurando en apertura, modalidad y flexibilidad.

            El entramado de habitudes constituye el asentamiento de mi propia realidad en la autoposesión de mi propia intimidad. Se va así determinando el «ser de lo sustantivo» que es en lo que consiste la suficiencia metafísica en su actualidad concreta.

            Dentro de la realidad humana vimos en su momento que la virtud de la «apropiación» venía a ser la habitud de signo más específicamente humano. De ahí que también podamos afirmar que la habitud de apropiación es sede de lo moral: 'la realidad sustantiva cuyo carácter «físico» es tener necesariamente propiedades por apropiación, es justo lo que yo entiendo por realidad moral [...] Lo moral es a su modo algo también «físico»'(SH 345).

            Como momentos específicos de la habitud humana está la justificación y la preferencia. En el caso del animal el ajustamiento se da inmediata y directamente desde la realidad orgánica a la realidad del medio, 'en el caso del hombre ese ajuntamiento transcurre a través de ese sutil medio que es la posibilidad. Por esto [el hombre]... Tiene que elegir, o hacer la justeza misma, facere iustum, justificar'(SH 347). A este nivel, la preferencia viene a ser la justificación de las posibilidades (cf. SH 350).

            Si las cosas quedan por su realidad ante mí como deseables: 'el problema de la justificación pende en última instancia no solamente de la estructura relativa de unas posibilidades respecto de las otras, sino de esa fuerza de lo preferible, de eso que constituye lo deseable como fuente de justificación'(SH 353).

            Ahora, lo que justifica el hombre es precisamente su personalidad, y esto constituye el fundamento del comportamiento humano. Para Zubiri hay fijado (a la manera de una héxis) en el niño, sepa o no lo sepa, como un mos: 'un ingrediente en virtud del cual de una manera incipiente se traduce una realidad que tiene una dimensión moral preocupante —porque en su día no sabemos lo que va a dar de sí—, pero que innegablemente es moral'(SH 366).

 

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16 Orbe moral, fruición y apropiación:lo moral como un

            ergon.

 

            La fruición consiste formalmente en el atenimiento real y físico a la realidad: 'este atenimiento no es la mera inclinación hacia un bien, sino que es la inclinación a mi realidad en cuanto se está definiendo en la cosa real concreta'(SH 372). Aquí es donde se enraíza la habitud humana.

            El ámbito de la realidad es tan inespecífico que son las estructuras habitudinales las que crean la posibilidad de volver inteligible todo el mundo «tendencial» humano. Por ejemplo, eso que llamamos los medios y fines en el discernimiento de la acciones, supone previamente la existencia del ámbito héxico.

            Entiendo, pues, que aquí es donde se sitúa formalmente lo moral. Lo primero, la posibilidad es un concepto categorial que 'define positivamente aquello que es término de voluntad, dejando de lado si es medio o fin'(SH 373).

            La posibilidad como tal es categoría de actualidad, esto es claro. Su realización es «posesión», es lo característico precisamente de esa autoposesión en que consiste la vida humana.

            Lo que constituye la moral, ya vimos, es precisamente esa apropiación, el que sea propiedad mía; y no tanto el contenido, por mucho de valor que contenga: 'las propiedades que la realidad humana no solamente tiene, sino que no puede menos de tener, precisamente por apropiación, eso es formalmente aquello en que consiste el orbe de lo moral, la realidad moral'(SH 374).

            Pero lo moral tiene su concreción modal, es el modo de «tener», o habitud de apropiación; la apropiación es un modo de tener, es específico de lo humano: 'lo moral en cuanto tal es mi propia realidad como posibilidad apropiable para mí mismo. No es una pura vivencia, sino que es un ergon'(SH 376).

            Aquí se incrusta la felicidad como horizonte de la habitud humana, ésta de la apropiación. La tendencia al bien no es algo innato, si realmente queremos hablar de innatismos habría que decir que tenemos tendencia al disfrute, a la fruición de la propia realidad.

            Zubiri entiende que 'en la felicidad el hombre está antepuesto a sí mismo, pero antepuesto como pura posibilidad de sí mismo. La forma real y efectiva como el hom

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bre se apropia velis nolis la posibilidad de sí mismo, eso es justamente la felicidad. La felicidad es en sí misma moral; no cabe disyunción entre ser feliz y ser moral'(SH 394).

            Si fijamos ahora el «poder» como momento de la apropiación, tenemos que la apropiación de posibilidades es lo que nos capacita para seguir adelante, por decirlo así, en la configuración propia.           Esta posibilidad o posibilidades que tienen poder de configurarme son las que constituyen mi propio «carácter».

            El carácter es la expresión de lo héxico como la fuerza que poseo y me posee en el ir realizando posibilidades. Este poder es algo ligado inexorablemente a la capacidad de felicidad, y esta capacidad de aspirar a la felicidad en la apropiación de posibilidades es ámbito de moralidad, desde el que se construirán éticas determinadas.

            Pero lo radical es esa estructura de «moral-felicidad-poder»: poder-ser-la propia-figura: estar en condición de poder, es una buena expresión de la dinámica del ámbito héxico. 'El hombre —dice Zubiri—, es el único animal que por no poder dejar de estar apropiándose el bien como felicidad, tiene la radical posibilidad de estar suspenso entre felicidad y infelicidad'(SH 399).

            Aquí hay que volver sobre el «deber» como un poder en el ámbito de la habitud humana, que busca la felicidad en la apropiación de posibilidades: 'la felicidad no es un deber; lo que es un deber son las demás posibilidades en orden a la felicidad. La obligación es la forma del poder de las posibilidades en orden a la felicidad'(SH 411).

            De aquí que la consideración de la inteligencia en la acepción de posesión («héxis»), nos pone de manifiesto la radicalidad de la estructura de posesión—actualidad como posibilitante de la capacidad humana de crear ámbitos de vida moral. El texto de Zubiri es ejemplar a este respecto: 'la inteligencia sentiente es estrictamente inteligencia, y es estrictamente posidente, y precisamente la dimensión posidente da a la inteligencia una visión de la realidad, un enfrentamiento con la realidad estrictamente real, tan estrictamente intelectivo que es en muchas dimensiones —y éste es el caso de la moral— más acertado que todos los razonamientos [...] El hombre encuentra normas de acción porque pone en marcha una inteligencia posidente, y no porque le esté dictada desde fuera o porque esté esperando un juego de la

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conciencia para averiguar si entre la concepción de la esencia del hombre y unas determinaciones accidentales, hay o no una adecuación metafísica. Esto viene después'(SH 413).

            En este apartado sólo nos queda por indicar el tema de la responsabilidad y la felicidad. La responsabilidad es «responder» a través de posibilidades.

            El animal responde a estímulos concretos. El hombre es responsable: en la apropiación de posibilidades trazamos un ámbito mucho más amplio que el que podría proporcionarnos la posibilidad concreta en cada momento. Es la apertura de la realidad, y lo concreto de nuestra decisión en la elección de cada acción que va a ser definitoria de nuestra figura[63].

            Es el hombre quien porta en sí por la dinámica de su sistema de habitudes el ser sujeto, digámoslo así, impositivo de deberes, mejor una realidad debitoria (aunque no suene tan bien, pero es expresión de Zubiri [cf.SH 424]). Esto es tan grave, que la sociedad podrá imponerme todo un conjunto de deberes, y de hecho así se hace, pero la sociedad, dice Zubiri, 'es incapaz de dar razón de que haya nada que tenga un carácter de deber, eso pende de la estructura misma del hombre(SH 424) [...] En el fondo de toda moral lo importante no es el sistema de deberes que la sociedad determina; lo que importa es la idea que se tenga del hombre'(SH 425).

 

17 La capacidad de ser libres

 

            El ámbito de la habitud, o ámbito héxico, es indicativo de lo que podemos llamar la capacidad humana[64].

            Capacidades tenemos muchas, pero llevando el análisis a su raíz y en referencia a la libertad, puede postularse una unidad estructural entre capacidad, libertad, y apoderamiento: 'desde un punto de vista próximo y formal, la radical estructura de la libertad es libertad para sí mismo, y la forma como el hombre está posibilitándose a sí mismo es [...] apoderamiento. La realidad libre es, en definitiva, la realidad que está apoderada de sí misma'(SSV 117).

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            El hombre en su querer pugna por ser dueño de sí, es decir tiende y de hecho con el acto de voluntad se incorpora a la realidad sida, que pasa a ser realidad querida; esta fijación de realidad «querida» 'adquiere la forma de habitud, eÁxiV; lo cual, en segundo lugar, potencia su propia tendencia, su propia capacidad de querer: es una voluntad de poder; el hombre hace un poder, hace de su ser querido un ser real y efectivo'(SSV 84).

            Este poder ejercitado va engendrando libertad: 'la libertad es también algo que se va haciendo y deshaciendo'(SSV 143). La libertad va emergiendo de la inconclusión de las tendencias, origen común de la volición.

            Esta emergencia de libertad, ¿no será una actualidad de la realidad en cuanto tendente?. Entonces la habitud y la actualidad pertenecen a la comprensibilidad de la realidad, al menos de un tipo determinado de realidad viva. (¿Habría que decir de lo vivo de la realidad?).

            Al amparo de esta idea hay un uso efectivo y necesario de la libertad: 'hay una cosa que es la habitualidad de la libertad. Y con esto no me refiero a la habitud, ni a la volición habitual libre con que el hombre funciona en su vida, me refiero [...] pura y simplemente  a estar acostumbrado a ser libre'(SSV 148).

            De esta habitualidad de orden operativo no podríamos hablar si la libertad no perteneciera al ámbito héxico de la persona: 'en la vida individual, en la vida social y en la pública, la habitualidad de la libertad es esencial. Cada cual va haciendo o deshaciendo su libertad, en esta cuádruple forma de reasumir su pasado o desecharlo, de organizar sus tendencias en peso y en apoyo, de comprometerse a una libertad ulterior, y sobre todo, de tener una interna habitualidad de la libertad'(SSV 149).

            La libertad en tanto que es determinación no sólo desde sí mismo sino también «por sí mismo» supone siempre un fondo de posibilidades realizandas, podría ser ello eso que entendemos por carácter. Esta idea le parece a Zubiri digna de ser pensada ya que no hay libertad sino es como «héxis»: 'el carácter no es una cosa meramente tendencial; es en buena medida un resultado, naturalizado, de libertad. Y esto es un grave problema indivi

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dual y público. Hay una eÁxiV de la libertad. De ahí que la previsión moral en manera alguna puede confundirse con la predeterminación física e intelectual [...] El hombre no solamente nace con el carácter, sino que va haciendo su carácter; tanto más difícil de hacer cuando más se complica la vida. De ahí, naturalmente, la responsabilidad con que el hombre carga con todo el pasado de su vida en la figura concreta de su libertad'(SSV 138). La afirmación es grave y entiendo que nos deja al pie de toda la investigación realizada en esta cuarta parte.

            La libertad es el exponente de la necesidad del ámbito de la actualidad, o la justificación última de la estructura posesión—actualidad como índice del modo de hacerse de la realidad humana. Dice Zubiri: 'el hombre, al querer una cosa, lo que quiere efectivamente con su libertad es realizarse en determinada forma en aquella situación'(SSV 142). Esa realización recrea constantemente nuestra forma de realidad y nos resitúa como realidad en el ámbito de la realidad en cuanto tal.

            La libertad es una cualidad de la estructura posesión-actualidad. Aquí adquiere su verdadera inteligibilidad la noción de «figura»: es la expresión más exacta de la tendencia a «estar» en la realidad. Los modos son siempre renovables, dependen fundamentalmente de la virtualidad de la inteligencia sentiente, de nuestra voluntad tendente y de la capacidad de nuestro sentimiento afectante. Este es el ámbito de lo héxico.

            Escribió Zubiri en 1961:

            'Apoderado el hombre de sí mismo es como efectivamente tiene el culmen inevitable de su propia realidad.

            Vivir es poseerse, y la forma suprema de poseerse es estar apoderado de sí mismo en un acto de libertad. Apoderado de sí mismo lo está el hombre velis nolis; no es algo a que el hombre tenga que llegar, es algo que constitutivamente el hombre es en virtud de la inconclusión misma de sus tendencias. En esta forma de apoderamiento en que consiste la libertad y el culmen del hombre, el hombre va trazando en la medida de sus posibilidades personales la figura concreta de su dominio, de sus propiedades libremente contraídas.' (SSV 153)

 

 

 

                                                           



    [7] Zubiri, X. SOBRE LA ESENCIA (SE). 1ª ed. Sociedad de Estudios y Publicaciones, Madrid, 1962; 5ª ed. Alianza Editorial, Madrid, 1985, 574pp.

    [8] Zubiri, X. ESTRUCTURA DINAMICA DE LA REALIDAD. (EDR). Alianza Editorial. Madrid. 1989 pp.356.

    [9] NOTAS SOBRE LA INTELIGENCIA HUMANA (NIH). Reproducido en el libro: Siete ensayos de antropología filosófica. Xavier Zubiri. Usta, Bogotá, 1982. pp.101-115. (cito por este libro).

    [10] Para una visión sinóptica del encuadre de este artículo de Zubiri, Diego Gracia, "La historia como problema metafísico", REALITAS, III-IV, Madrid, 1979, pp.96-97.

    [11] El momento del «me» que insinuábamos más arriba.

    [12] Esta «quiebra» de la unidad clausurada es el momento que Zubiri llama de la «hiperformalización».

    [13] SOBRE EL HOMBRE (SH) Xavier Zubiri. Alianza Edit. Madrid, 1986.

    [14] Cuando Zubiri hace este tipo de análisis no parte de los animales, sino del hombre mismo. Es importante tenerlo en cuenta (cf. SH 21. Zubiri, X. SOBRE EL HOMBRE (SH). Alianza Editorial, Madrid, 1986, 709pp.)

    [15] Por paralelismo con la estimulidad como formalidad, va a ser la formalidad de realidad término de una habitud, la inteligencia.

    [16]"Hay otros estímulos que al estimular 'remiten' a algún estímulo no presente. Son los estímulos signitivos".(SH 14)

    [17] Como se puede apreciar, formalidad de realidad, o sea realidad, hace alusión directa a modo de quedar, estado, y —su modo de inteligibilidad—, actualidad.

    [18] TRANSCENDER ES NUESTRO MODO RADICAL DE HABITUD. La inteligencia como habitud es sentiente y no sensible (ahí está la diferencia): transciende en, no «a» la sensibilidad. Y esto ya es inteligencia: el mero quedar, «mera actualidad» es el modo elemental de transcender: esto es la habitud radical humana. Los comportamientos humanos de aquí parten, no sólo los intelectuales (hasta ahora sólo analizados como dependiendo de una inteligencia concipiente), sino también los otros actos constitutivos de las acciones humanas, en cuanto humanas (habitud sentiente, que engloba lo volente y afectante).

    [19] ¡Magnífica descripción! en SH 24.

    [20] ACTUALIZAR es el modo de conceptualizar en inteligencia sentiente. Aquí está la diferencia radical con la inteligencia concipiente. La sistemática de Zubiri desde aquí se entiende. En «Sobre la Esencia» hay una conceptualización de la esencia desde la categoría de la actualidad. Y eso ¿por qué?. Sencillamente porque la inteligencia es una habitud, el modo cómo el animal humano se enfrenta con las cosas. La razón no va a ser otra cosa que una modalización de esta habitud. Estructuralmente esto va a ser posible gracias a la modalización del logos. De ahí la «inteligización del Logos» como condicionante para el nuevo espacio que Zubiri reclama en una Filosofía pura.

    [21] Ahora se puede ver en qué consiste el «de suyo»: es este quedar de habitud, y del que la razón "sentiente" va a indagar su manera estructural (inteligibilidad, comprensión).

    [22] Esta 'remitencia' es constitutiva.

    [23] Sí hay que tener en cuenta que ese más de actualidad está en función de la inteligencia como habitud. La realidad no tiene más limitaciones que sus propias estructuras, las que ellas en última instancia fueren, ya que nunca podremos llegar a ello, precisamente por la misma «estructura» de nuestra habitud, o inteligencia 'sentiente'.

    [24] Esta insistencia de Zubiri en la Inteligencia como habitud, parece que pone bien a las claras dónde está la fuente de su inspiración. El modo de haberse es ámbito de realidad: posibilidades de realidad. Estas posibilidades llegan a ser tales de una manera muy determinada, sentientemente. El modo de realización brota —se hace inteligible— desde un análisis de actualización—realización. Y no abstracción—predicación more aristotélico, p.ej.

    [25] ¡Atención!: aquí está la clave para entender la re—actualización o los modos de intelección. La inteligencia sólo ejecuta actos desde lo que se actualiza, o sea desde «la realidad».

    [26] A otros niveles de consideración, aquí radica la verdad.

    [27] Especificación y formalización: son las dos dimensiones de la evolución de la sensibilidad: por amplio que sea el elenco de respuestas en el animal, éstas se hallan aseguradas por la organización funcional misma del animal.(cf. SH 28)

    [28] Este dinamismo es propio de lo 'sentiente' de la inteligencia. Es un dinamismo de actualidad.

    [29] El modo estimúlico y el modo real son irreductibles en cuanto modos, son habitudes distintas. Responden a estructuras diferentes dentro de lo que es el sentir.

    [30] Hegel, Enciclopädie der philosophischen Wissenschaften (versión castellana, Enciclopedia de las ciencias filosóficas, Ed. Porrúa, n.187. p.304, [trad.Francisco Larroyo])

    [31] Antonio González en su tesis: UN SOLO MUNDO, Universidad Pontificia Comillas, Madrid, 1995., aborda de una manera precisa  y yo diría que exhaustiva, este aspecto de la habitud como definitorio de lo que sea lo social en su realidad radical, y la radicalidad de Zubiri respecto a una supuesta sociología teórica, o protosociología que supere los planteamientos de una orientación en origen fenomenológica, y particularmente de autores como Habermas, Luckman, Luhmann, Parsons, Schütz, etc.

    [32]Nota de los editores: "no se trata sólo de intelección y volición en la autoposesión. En otras páginas se ha insistido en el sentimiento".

 

A propósito de lo que quieren indicar los editores en esta nota a pie de la página SH 577, —párrafo anterior de este misma nota—, entiendo que la unidad de inteligencia y voluntad como modos de haberse con las cosas actualiza (en el sentido más zubiriano del término «actualidad»), el momento habitudinal(modal) y estructural de la fruición.

A parte de estas consideraciones, sí es importante el tener en cuenta el artículo de Juan María Mtz. de Ilardúa en «Del Sentido a la Realidad», -La fruición en Zubiri, ¿volición o sentimiento? Edit.Trotta. Madrid, 1995, pp.135-155.

    [33] Para Zubiri la habitud es un hecho, y como tal constatable en la conducta humana.

    [34] [ nota mía] La inteligencia es una habitud, y a su vez aparece ya aquí como «mera» actualidad de la impresión de realidad. La actualidad es el momento posicional de la habitud, que es lo érgico; y en el caso del hombre, ello es formalidad de realidad.

    [35] [nota mía] Es en la habitud donde el bios humano aparece como modalmente distinto del animal. La razón sentiente encontrará en el análisis estructural, la unidad de la impresión de «realidad» como distinta de la unidad de «estimulidad».

    [36] [nota mía] La estructura del estar, o de la actualidad, en el caso del hombre se modaliza, y su modalización es realización en habitud, que a su vez se expresará accionalmente en la serie de actos operativos que constituyen lo que Zubiri va a llamar el argumento de la propia vida.

    [37] De ahí el capt.X de IRE: «La intelección sentiente y las estructuras humanas», o.c. pp.281-285.

    [38] Sobre las cetegorías de «situs» y «habitus» insiste Zubiri en su último inédito, «Espacio. Tiempo. Materia», o.c. ETM 544-548.

    [39] SOBRE EL SENTIMIENTO Y LA VOLICION.(SSV) Xavier Zubiri. Alianza Ed.Madrid, 1992, pp.458. Responde esta obra de Zubiri a los cursos dados «Acerca la voluntad», 1961, «El problema del mal», 1964, y «Reflexiones filosóficas sobre lo estético», 1975. Podríamos decir que es de lo publicado hasta el momento lo más completo que tenemos sobre la «voluntad tendente» y el «sentimiento afectante», de ahí su utilidad para nuestro estudio.

    [40] Para no desviarnos de la línea que estamos siguiendo, sirva por ahora para ilustrar esta última afirmación, el texto siguiente (más adelante saldrán estos aspectos más sistematizados):

'La belleza, el bien, la verdad no añaden a la realidad ninguna nota sino tan sólo actualidad. La realidad es fruitiva en sí misma, y por eso es bella en sí misma [...] Ni el bien es un valor, ni la verdad es un valor, ni la belleza es un valor; son modos de actualidad de las cosas; la manera como las cosas por su propia realidad quedan, precisamente, en la inteligencia, en la voluntad y en el sentimiento del hombre'(SSV 357)

    [41] Las actualizaciones intelectivas en logos y razón así nos lo pusieron de manifiesto.

    [42] EL HOMBRE Y DIOS (HD) Xavier Zubiri, Alianza Edit.Madrid, 1984 (4ªed.1988).

    [43] El «hacia» de por sí es algo indeterminado, pero precisamente esta indeterminación es la que abre por decirlo así, el ámbito de «las cosas reales posibles» y «nos lanza a él» (cf.HD 241).

    [44] SOBRE EL SENTIMIENTO Y LA VOLICION, (SSV), Xavier Zubiri. Alianza Edit. Madrid,1992.

    [45] Entresaco el texto en que Zubiri describe la perspectiva genética del cambio que suponen los momentos estructurales de captar los estímulos como reales. Su novedad consiste en que esta cita pertenece al contexto del sentimiento:

            'El hombre [...] tiene que hacer algo que el animal no puede hacer, que es hacerse cargo de la realidad. Con lo cual, los tres momentos del sentir animal van sufriendo una modificación profunda.

            [...] el momento aprehensor no es simplemente sentir una estimulación y una suscitación, sino inteligir algo —el propio estímulo— como realidad. El momento de respuesta, por su parte, no consiste simplemente en hacer que algo restaure o amplíe el equilibrio dinámico en que consiste la vida de todo animal, sino que consiste en optar, en decidir por la forma de realidad que voy a adoptar.

            [...] el sentimiento [...] no consiste meramente en la modificación del tono vital, sino en que esa modificación concierne al modo de sentirme en la realidad'(SSV 333).

    [46] El texto de Zubiri entiendo que hace alusión muy directa a esta estructura, juzgue el lector de mi apreciación:

            'En que consiste que la realidad sea del sentimiento'

            '...el hombre tiene una estructura unitaria, que llamamos su modo de habérselas con las cosas, a saber, el modo de habérselas con ellas como realidad.El hombre se enfrenta con todas las cosas como realidades; tiene una habitud que llamamos enfrentamiento con la realidad. Y la habitud consiste en hacer que las cosas queden en cierta manera presentes al hombre. Recíprocamente, las cosas así presentes al hombre quedan en una cierta forma, según el modo de hacerlas presentes [...] a ese modo de quedar es justamente a lo que llamo «actualidad».

            La actualidad no es algo que concierne a las notas reales de la cosa; concierne pura y simplemente a aquel momento según el cual la cosa queda en la forma que es, justamente delante de mí'.(SSV 338)

    [47] Ahora se puede apreciar toda la importancia de la categoria de «estado», sólo desde ella se vuelven inteligibles estos análisis.

    [48] Aquí se encuadra, como algo muy específico del hombre, la habitud de lo social (Zubiri lo trata en detalle en el capt.VI, de SH, «El hombre como realidad social», es un texto de 1953) estaríamos entonces en el ámbito de lo social, o en la habitud social. No voy a entrar directamente. Sigo remitiéndome para su análisis al magnífico estudio de Antonio González, UN SOLO MUNDO, o.c., concretamente para este asunto, pp.289-299.

    [49] Para Zubiri la materia siente. La justificación de este aserto lo analiza en detalle en el último inédito recién publicado: ESPACIO.TIEMPO.MATERIA (ETM), o.c., concretamente en las pp.353-359.

    [50] Para ilustrar este aspecto pone Zubiri el ejemplo de la oligofrenia: "El idiota no es el hombre que no entiende ni piensa como entendemos y pensamos los demás, sino que es el hombre que no puede entender y pensar. la oligofrenia consiste en este «no-poder». Este poder psico-orgánico en cuanto poder, y no sólo como ejercicio, es lo que ha modificado la oligofrenia, mejor dicho el defecto enzimático. Claro está, no sólo el momento físico altera el sistema total. También puede alterarlo un cambio psíquico. Es innegable la «componente» psíquica de la normalidad y de la enfermedad del hombre entero y no sólo de su mente". (SH 485)

    [51] Esta radicalidad viene postulada por los parámetros de una inteligencia sentiente por contraposición a la idea de una inteligencia concipiente, tal como vimos en la Introducción.

    [52] Para un planteamiento actual de lo que sea el nexo social desde el punto de vista de una protosociología: Antonio González, UN SOLO MUNDO, o.c. pp. 18-48.

    [53] Aplicado a la historia, puede leerse al propio Zubiri en «Dimensión histórica del ser humano», REALITAS I (1972-73) p.17. Como comentario adecuado: Diego Gracia, «La historia como problema metafísico», REALITAS III-IV (1976-1979), p.105.

    [54] Xavier Zubiri, EL PROBLEMA FILOSOFICO DE LA HISTORIA DE LA RELIGIONES,(PFHR), Alianza Edi., Fundación Xavier Zubiri, Madrid, 1993, pp.404. Edición preparada por Antonio González. Contiene fundamentalmente, dos cursos que sobre el tema da Zubiri, entre Madrid y Barcelona en los años de 1965 y 1971. De aquí tomaremos algunas ideas para los apartados que siguen.

    [55] NHD 525.

    [56] Juzgue el lector:

            '[...] el éxtasis de pura volición es lo que metafísicamente constituye el amor. Sólo Dios tiene éxtasis absoluto de pura volición [...] En el caso de una realidad sustantiva personificada, como es el hombre, es un amor que real y efectivamente se abre en su relatividad al amor absoluto, en un _g_ph en la que real y efectivamente va a constituir su propio ser sustantivo [...]

            El hombre se da en esa experiencia interna a Cristo como fundamento de su ser. Se trata de una experiencia última [...] El hombre se entrega, además, a una realidad posibilitante. Al entregarse, el hombre adquiere su consistencia de posibilitación en Cristo.'(PFHR 254)

    [57] * (Nota del texto)." En las lecciones de Madrid (1965) Zubiri decía:'«En el curso de la historia el hombre se ha ido enriqueciendo como tipo humano; lo cual inexorablemente ha llevado a la actualización en mayor riqueza del poder mismo de la deidad: la deidad es algo más complejo que un simple poder innominado. A medida que la realidad se va enriqueciendo ante los ojos del hombre, y el hombre va enriqueciéndose frente a la realidad o en ella, el poder de la deidad aparece como un poder enormemente complejo. La historia de la religiones no es simplemente la historia de los destrozos que el hombre ha hecho en la religión, sino que ha sido una auténtica historia en la que el hombre ha adquirido formas progresivamente crecientes, y nunca totalmente erróneas, de lo que es precisamente la deidad»'.

    [58] Esta expresión «ser sustantivo» la corrige el mismo Zubiri, que afirma que no hay ser sustantivo, sino ser «de» lo sustantivo, sustantividad sólo es propia de la realidad, el ser es actualidad de la realidad mundanal, o en cuanto tal (cf.IRE 222). Por respetar los textos, así la mantengo donde aparece.

    [59] Este texto de Zubiri es altamente expresivo. Es del curso dado en Madrid en 1965:

            'La diferencia esencial entre las religiones está en los dioses que tienen. Ahí está el problema: en la divinidad [...]

            Por donde quiera que se tome la cuestión, toda la unidad del cuerpo objetivo pende esencialmente de los dioses a los que se halla referido, bien en forma de adscripción de la divinidad a una realidad, bien en forma cultual en su triple dimensión de conmemoración, comunicación y escatología, bien en forma de prosecución personal de un destino. El elemento que hace verdadera o no verdadera una religión es precisamente la divinidad. Dios o los dioses.' (PFHR 124)

    [60] La idea de «respectividad» está presente en todo el desarrollo estructural de la presencia de lo real.

    [61] Llegados a este punto, Zubiri acude una vez más a las categorías de situs y habitus aristotélicas, y vuelve a expresar su crítica. Este texto es del curso de 1953:

'De las categorías aristotélicas hay dos que han corrido una triste suerte: la de situs y del habitus. Se han interpretado como categorías cosmológicas: estaré en el campo o tendré esta vestimenta, y en esa línea tienen poca importancia. Pero la cuestión es distinta en una filosofía del hombre y de la vida, donde cobran una función fundamental. Desde esta perspectiva nueva es menester enfrentarse con el análisis metafísico de la habitud y de la situación'(SH 578).

 

    [62] El ámbito de lo histórico desde la filosofía de Zubiri, ha sido tratado sistemáticamente por Ignacio Ellacuría: «Filosofía de la Realidad Histórica», Edit.Trotta. Fundación Xavier Zubiri (Edición preparada y con introducción de Antonio González). Madrid, 1991. Para este tema, pp.406-468.

    [63] De ahí que Zubiri pueda decir, que 'la sanción no es primariamente un castigo; es que el hombre sea plenamente aquello que radical y efectivamente ha querido hacer de sí'(SH 418).

    [64] La nota de apertura subyace como «de suyo» (no como sujeto, ¡cuidado!).